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PELICULA RECOMENDADA POR CINEMANET Título original: Where the Wild Things Are
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SINOPSIS
‘Where The Wild Things Are’ es una adaptación del clásico cuento para niños de Maurice Sendak, protagonizado por Max, un desobediente niño que es enviado a la cama sin cenar y que crea su propio mundo imaginario: un lugar poblado por feroces criaturas que le tienen a él como líder.
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CRÍTICAS
[Marina Pereda – Colaboradora de Cinemanet]
Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich, Adaptation) dirige esta película, una de las mejores historias infantiles que se han filmado recientemente. Max, su protagonista, es un niño solitario que se refugia en la imaginación para superar las dificultades familiares en que se encuentra: sus padres están separados y su hermana, adolescente, le ignora. Sin embargo, esa fantasía que utiliza en sus juegos y en los cuentos que inventa, empieza a resultar dañina. Max se va hundiendo en la tristeza, la rabia y la incomprensión, y cada vez le es más difícil aceptar los cambios. Un día se descontrola y pega a su madre. Ese día, Max descubre que tiene dentro algo salvaje, prácticamente indomable, que puede hacer daño a los demás. Y decide huir.
En su viaje desesperado, atraviesa el océano montado en barca, vestido con un disfraz de lobo. Y aterriza en una playa donde viven unos seres extraños, llenos de complejos y miedos, enormes como grandes muñecos de peluche. Pronto, se convertirá en su rey y les animará a crear un mundo donde nadie sufra, donde puedan vivir en paz.
Quizá algún lector avispado haya pensado automáticamente al leer esta última frase “el niño aprenderá que en la vida hay siempre sufrimiento”. Pues sí. Pero no solo eso. Max se dará cuenta de que las relaciones más duras y que causan más dolor suelen ser las que tenemos con aquellos que más queremos. Esta idea es muy profunda para un niño que busca ser el centro, que quiere que su hermana y su madre le hagan caso, que le entiendan y le expliquen las cosas. También es difícil de entender para los niños del otro lado de la pantalla y, sin embargo, la historia está tan bien narrada que la conclusión queda clara. El problema de Max no es que sea un incomprendido, sino que se siente incapaz de comprender a los demás, de quererles sin hacerles daño. Intuye que, a pesar de la compleja situación en la que vive, sus mayores dificultades están dentro de él.
La actuación de Max (Max Records) es impresionante para un niño y para un personaje de tanta fuerza, lleno de rabia y ternura. En los diez primeros minutos de película, antes de que aparezca el título, el personaje de Max cautiva al espectador. Sin apenas darnos cuenta, en ese breve espacio de tiempo, hemos comprendido perfectamente al niño, nos hemos puesto en su piel y, de pronto, casi sentimos esa extraña opresión en el pecho que provoca los sentimientos encontrados.
También llaman la atención la bellísima fotografía de Lance Accord y la banda sonora, a cargo de Karen O And The Kids. Rasgos inconfundibles de un maestro de los videoclips de música indie como Spike Jonze y que hacen de Donde Viven Los Monstruos una película para pensar y para disfrutar.
[decine21]
La fuerza de la imaginación
Adaptación del clásico cuento infantil homónimo, escrito e ilustrado por Maurice Sendak. Como el original es tremendamente simple -unas pocas líneas, y los dibujos que las ilustran-, se ha hecho necesario desarrollar una trama un poquitín más compleja.
Max es un chaval de tremenda imaginación, pero que echa mucho de menos a su padre, al que suponemos fallecido. Vive con su madre, que trabaja mucho y trata de entablar una nueva relación, y una hermana mayor no demasiado sensible. La 'destrucción' de su refugio-iglú, propiciada por la hermana, más la mirada reprobatoria a los devaneos amorosos de la madre, propician una huida del chico en medio de la noche, con su disfraz de lobo. Entonces toma una barca que le lleva a una misteriosa isla habitada por monstruos.
El guión de David Eggers y Spike Jonze -éste también director- es menos claro, con respecto al libro, acerca del carácter imaginario de las aventuras 'monstruosas' de Max; en efecto, en el original era su propia habitación, donde permanece castigado, el lugar donde transcurrían sus peripecias, mientras que en el film la huida a la isla parece real, con lo cual se propicia cierta ambigüedad. De hecho uno de los temas que plantea la película, a sabiendas o no, es el del recurso a la imaginación como modo de evadirse de una realidad incómoda. Lo que puede ayudar a sobrellevar los problemas, pero no constituye, desde luego, su solución.
Hay grandes aciertos en la aproximación estética, aunque cansa un poco el continuo recurso a la cámara en mano. La idea es aportar a la película grandes dosis de realidad, aunque se mueva en el terreno de la fantasía. Por supuesto en el primer tramo, que recoge el entorno cotidiano de Max, de fotografía naturalista. Y luego en la isla, por el uso de una paleta de colores nada llamativos. Tiene también gran mérito el diseño de los monstruos -la creación de trajes para actores y animatronics corre a cargo de la factoría de Jim Henson-, que evoca bien las ilustraciones de Sendak: esultan creíbles y se supera el riesgo de lo empalagoso. Quizá en este sentido, evitar lo dulzón, Eggers y Jonze se equivocan al pintar los conflictos y discusiones entre los monstruos, algo complejos y reiterativos, y que tal vez los espectadores de menos edad no entenderán.
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