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Título Original: Donnie Darko |
SINOPSIS
Donnie es el perfecto chaval americano, dotado de gran inteligencia e imaginación. Tras escaparse por los pelos de una muerte casi segura al caerle encima de su casa un motor perdido de un avión, comienza a experimentar alucinaciones que le llevarán a actuar como no lo había hecho jamás y a descubrir un mundo insólito a su alrededor.
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CRÍTICAS
[Jorge Martínez Lucena. Colaborador de CinemaNet]
Richard Kelly es uno de esos jóvenes directores y guionistas (1975) a los que hay que empezar a prestarle las pupilas. Heredero del Lynch de “Mulholland drive”, primo hermano del Nolan de “Memento” e “Insomnia”, vecino de psiquiátrico del Aronofsky de “Pi” o de “Réquiem por un sueño”, cazador de melodías como la Coppola, pese a todos sus parentescos, tiene un estilo propio que merece la pena contemplar en acción.
Donnie Darko ( Jake Gyllenhaal, que lo borda) es un adolescente americano que padece una esquizofrenia paranoica. Una noche, cae del cielo un motor de avión sobre su habitación. Por suerte había salido de casa siguiendo a un tétrico conejo sideral, llamado Frank, con el que mantenía una conversación en la que éste le anunciaba el fin del mundo. A partir de ese momento, la narración se va a convertir en una cuenta atrás hasta el día de la extinción.
Así, la presencia de la muerte simbólica que es ese finiquito total anunciado por tan inverosímil personaje, va a espolear a Donnie a lanzarse al mundo –que nunca sabemos si es verdadero, pues todo es tan verosímil como extravagante– en busca de una respuesta a la alteración crónica que para él es la vida. Charlas con el psiquiatra; discusiones con la familia; el descubrimiento del amor púber; las discusiones psicotrópicas sobre la reproducción de los “pitufos” con sus amigos; el progresivo estupor ante la “abuela muerte”, cuya vida centenaria va cobrando sentido a la luz de las conversaciones con el profesor de física acerca de los viajes a través del tiempo; sus andanzas medio sonámbulas, tácticas de sabotaje que van quitando máscaras a una sociedad podrida por un moralismo que intenta ocultar sus infectas alcantarillas,… Todo se va a suceder como un cruce entre el “Viaje al fondo de la noche”, de Céline, y “La muerte de Virgilio”, de Broch. Un Ulises posmoderno, que no sabe lo que busca, se va a encontrar con algo insospechado que sólo es posible entenderlo cuando uno lo vive (no está claro que baste con presenciarlo).
Toda la película está narrada por “alguien” que no distingue entre la realidad y la paranoya, con lo cual el espectador no tiene descanso, ya que la cotidianeidad que rodea a un muchacho de instituto entraña una malicia y una tremebundia incalculables.
El director y guionista consigue, a nuestro juicio, un cine interesante y reflexivo que no se deja atrapar completamente en cuanto a la interpretación (¿de dónde ha salido el motor, por Dios?) pero que explica bastante bien, sobre todo para la generación multimedia, qué relación tiene el tiempo con la alteridad. Como dice Levinas, en “El tiempo y el otro”: “El tiempo no remite a un sujeto aislado y solitario, sino que se trata de la relación misma del sujeto con los demás”. Es decir, que cuando la realidad y los hombres que nos rodean se nos presentan, en su fantasmagoría, como susceptibles de ser confundidos con una ilusión subjetiva, con una alucinación de pesadilla, es lógico que nuestra percepción del tiempo quede alterada. En este sentido, Donnie no desaprovecha la oportunidad de encontrar el sentido de su tiempo.
Es un filme absolutamente recomendable para aquellos que quieran ejercitar su inteligencia entendiendo la mente de un loco. No vaya a ser que, además de loco, Richard Kelly sea un visionario.
Bocados de irrealidad
En un barrio residencial norteamericano, un adolescente demasiado creativo, con problemas para adaptarse al mundo real, se refugia en la amistad imaginaria con un conejo gigante que le vaticina que el mundo desaparecerá al cabo de unos días. Esa misma noche, un avión pierde uno de sus motores, y se estrella contra su casa, justo encima de su habitación.
Original propuesta que mezcla la crítica social del cine independiente americano con las atmósferas oníricas y el humor negro del cine de David Lynch. Supone el debut como realizador de Richard Kelly, autor también del guión, inspirado en la obra The Destructor de Graham Greene, y cuya originalidad sedujo a la actriz Drew Barrymore, que le ayudó a sacar el proyecto adelante, ejerce como productora e interviene en un pequeño papel. Junto a ella, destaca la presencia como secundarios de veteranos ilustres como Katharine Ross (El graduado), Mary McDonnell (Mumford) y Patrick Swayze (Ghost). El film se presentó en la edición 2001 del prestigioso festival de cine independiente de Sundance.
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