Una notable cinta de ciencia ficción con buenas secuencias de acción, un punto de reflexión filosófica sobre el alma humana y un envoltorio musical y visual totalmente poderoso y fascinante. Adquiere un cierto aliento épico la exaltación final del sacrificio, la familia y la solidaridad, propuestos por la película como cimientos imprescindibles de una renovada humanidad. Sin embargo carece casi por completo de referencias religiosas y cabe criticar un par de artificiosas concesiones sexuales.
SINOPSIS
Un futuro planeta Tierra ha evolucionado hasta ser irreconocible. Allí, un hombre se enfrenta al pasado y toma el camino de la redención mientras lucha para salvar a la raza humana. Jack Harper es uno de los últimos mecánicos de aviones no tripulados destinados a la Tierra. Forma parte de una enorme operación dirigida a extraer recursos vitales después de décadas en guerra con la aterradora amenaza que representan los Scavs. Pero la misión de Jack toca a su fin. Recorre y patrulla el cielo a miles de metros de altura hasta que su “elevada” existencia se derrumba cuando rescata a una preciosa desconocida de una nave derribada. Su llegada pone en marcha una serie de acontecimientos que obligarán a Jack a cuestionarse todo lo que sabe y que acabarán poniendo el destino de la raza humana en sus manos.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
En 2017, una violenta invasión de los extraterrestres Scavs destruyó la Luna y provocó la contaminación nuclear de gran parte de la Tierra. Ganaron los humanos, pero se vieron obligados a emigrar masivamente a Titán, el satélite natural de Saturno. Sesenta años después, en 2077, sólo quedan en la tierra algunos armados operarios, a los que se les ha borrado la memoria para facilitarles su arduo trabajo. Ellos mantienen y arreglan los aviones no tripulados que vigilan unas inmensas plataformas de extracción de agua marina, atacadas con frecuencia por algunos scavs que continúan en pie de guerra.
Uno de esos mecánicos-vigilantes es el inquieto Jack Harper (Tom Cruise), asistido por la metódica Victoria (Andrea Riseborough) desde el sofisticado centro de control en que viven. La rutinaria vida de ambos cambia radicalmente cuando Jack salva de una accidentada nave terrestre a la bella Julia (Olga Kurylenko), una comandante que aparece de modo recurrente en los propios sueños del mecánico. De este modo, Jack deberá enfrentarse a su olvidado pasado para poder salvar a la raza humana.
Tres años después de decepcionar con su primer largometraje, Tron: Legacy, el prestigioso realizador publicitario estadounidense Joseph Kosinski retorna con Oblivion, otro drama de ciencia-ficción, en el que adapta la novela gráfica que él mismo escribió con Arvid Nelson, y que ilustró Andrée Tallin. Desde su primera secuencia, la película está planteada como un vehículo para el lucimiento de Tom Cruise y como un homenaje a todos los grandes títulos del género. De hecho, el buen aficionado descubrirá referencias más o menos explícitas a las sagas de El Planeta de los Simios, Mad Max, Star Wars, Star Trek, Alien, Matrix…, y a títulos emblemáticos como 2001 Una odisea del espacio, Cuando el destino nos alcance, El último hombre vivo, Blade Runner, Desafío total, Solaris, Doce monos, Inteligencia Artificial, Soy leyenda, Wall- E… El filme amplía incluso su discurso cinéfilo recordando el emotivo desenlace en el Empire State de las diversas versiones y revisiones del melodrama Tú y yo, de Leo McCarey.
A esta acumulación de referentes fílmicos, se añaden otros más literarios, sobre todo a La Odisea, de Homero —respecto al viaje y al retorno del héroe—; a Yo, robot, de Isaac Asimov —en torno a la humanidad e inhumanidad de las máquinas— o a Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, respecto al propio valor de la literatura en un mundo desolado y sin anclajes. Todo esto enriquece de alguna manera la sucesión de fascinantes efectos visuales y de alguna que otra secuencia de acción más o menos espectacular.
Sin embargo, no logra del todo agilizar ni aclarar la trama central, demasiado arrítmica, a veces poco verosímil en sus giros, algo espesa en sus escapadas oníricas y con cierta tendencia a la reflexión pseudofilosófica difusa, como le sucedía a la reciente Prometheus, aunque esta película de Ridley Scott apunta hacia una trascendencia religiosa de la que Oblivion carece casi por completo. También cabe criticar un par de artificiosas concesiones sexuales.
De todas formas, el conjunto se sostiene bastante bien por su fascinante factura audiovisual —con la ciudad de Nueva York como fuente iconográfica— y por el elogiable esfuerzo del notable reparto, sobre todo de Tom Cruise —tan entregado como siempre— y de Olga Kurylenko, que añade al filme oxígeno, frescura e intriga desde su primera aparición. Gracias a ellos —y a una cita sobre Horacio del libro Cantos populares de la Antigua Roma, del poeta, historiador y político inglés Thomas Macaulay—, adquiere un cierto aliento épico la exaltación final del sacrificio, la familia y la solidaridad, propuestos por la película como cimientos imprescindibles de una renovada humanidad.
[Ramón Ramos, Colaborador de CinemaNet]
En 2008 Pixar nos deleitaba con la deliciosa película Wall-E, protagonizada por un robot de limpieza que se encargaba de desinfectar el inhabitable planeta Tierra mientras los supervivientes humanos de una catástrofe esperan en una nave espacial para poder regresar algún día a su hogar. Un escenario parecido se plantea en Oblivion, en la que tras una invasión alienígena la Tierra ha quedado devastada.
Varias máquinas se encargan de depurar el planeta supervisadas por equipos de personas que se ocupan del mantenimiento de las mismas. Uno de estos agentes técnicos tiene sueños recurrentes de su pasado, que en principio no debería tener ya que supuestamente la memoria les ha sido borrada tras el holocausto. Esto es importante tenerlo en cuenta para dar sentido al título de la película, ya que «oblivion» en inglés significa olvido, pero no en el sentido olvidarse de hacer algo, o de dejarse una cosa en algún sitio, sino en el ámbito
de la pérdida de memoria, de estar perdido en el olvido.
Joseph Kosinski, que debutó como director con la psicodélica Tron: Legacy, vuelve en su segundo film a adentrarse en la ciencia ficción adaptando a la gran pantalla la novela gráfica homónima que él mismo había escrito. El resultado es un impresionante mundo post-apocalíptico, de gran poder visual con una sensacional partitura musical a cargo del grupo M83 y el compositor Joseph Trapanese, que lo envuelve todo y nos introduce de lleno a los espectadores en este inquietante mundo futuro.
Hay varios factores de misterio que se van desvelando poco a poco, y hace que se mantenga el interés durante todo el metraje. Quizá le sobren unos minutos en lo que es el preámbulo, la exposición de la vida de los protagonistas y sus circunstancias antes de que el guión comience a dar giros inesperados. El diseño de producción y los efectos visuales son de primera línea.
Tom Cruise, al que vimos hace tan sólo un par de meses en Jack Reacher, vuelve a la cartelera encabezando el elenco de Oblivion. Una nueva incursión en la ciencia ficción futurista tras protagonizar Minority Report y La guerra de los mundos bajo la batuta de Spielberg. Le acompañan la hasta ahora desconocida actriz Andrea Riseborough y la chica Bond de Quantum of solace Olga Kurylenko, también vista en Encontrarás dragones. En un papel secundario contamos con la siempre interesante presencia de Morgan Freeman, en un rol que podría haber dado más de sí pero no se ha desarrollado demasiado en el guión.
Oblivion es una notable cinta de ciencia ficción con buenas secuencias de acción, un punto de reflexión filosófica sobre el alma humana y un envoltorio musical y visual totalmente poderoso y fascinante.
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