Se trata de una estupenda película casi familiar, en la línea diferente de La invención de Hugo, de Martin Scorsese, quizás un poco acumulativa y excéntrica, pero a la que realmente sólo falta una cierta apertura a la trascendencia, que sí está presente en la novela original.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: The Young and Prodigious T. S. Spivet. |
SINOPSIS
T. S. Spivet es un genio de doce años que vive en un rancho en Montana con su peculiar familia. Su gran talento para la cartografía y los inventos pronto tiene recompensa. Una institución científica le concede un prestigioso premio y, armado con una pequeña maleta, se dispone a cruzar el país para recogerlo.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
T.S. Spivet (Kyle Catlett) es un niño prodigio de 12 años que vive con su singular familia en un apartado rancho de Montana. Su padre (Callum Keith Rennie) es el típico cowboy, silencioso, sencillo y tosco. Por el contrario, su madre, la Dra. Clair (Helena Bonham-Carter), es una sofisticada y despistada entomóloga. T.S. sufre la indiferencia de sus padres y las burlas de su hermana mayor Gracie (Niamh Wilson), una adolescente en plena edad del pavo, obsesionada con los concursos de belleza. Y además está traumatizado por la absurda muerte de su hermano mellizo Layton (Jakob Davies). Un día, Spivet inventa una alucinante máquina de movimiento perpetuo, con la que gana un prestigioso premio de la Fundación Smithsonian. Y, para recogerlo, el chaval se va de casa sin decir nada a sus padres, y atraviesa solo medio Estados Unidos, hasta Washington, viviendo durante su odisea todo tipo de aventuras y experiencias.
Tras unos años en baja forma, el francés Jean-Pierre Jeunet (Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos, Alien resurrección, Amelie, Largo domingo de noviazgo, Micmacs) vuelve a desplegar su imaginativo estilo visual en esta fresca y entretenida adaptación de Las obras escogidas de T.S. Spivet, original e ilustradísimo libro juvenil del estadounidense Reif Larsen. Se trata de una tierna fábula moral de iniciación existencial, con estructura de road-movie, narrada en tres actos —El Oeste, El viaje y El Este— y con elementos de los cuentos tradicionales, pero matizados por la mejor tradición narrativa estadounidense, de Mark Twain a la Generación Perdida. Este enfoque depara personajes y conflictos sugerentes, a veces cómicos, a veces dramáticos, y siempre encarnados con vigor por los actores, especialmente por el niño Kyle Catlett, todo un descubrimiento.
También se contagian de esa riqueza cultural y literaria la bellísima fotografía de Thomas Hardmeier —Premio César 2013—, la evocadora partitura de Denis Sanacore y la abigarrada puesta en escena de Jeunet, cuya estética retro se compensa con eficaces moderneces e impactantes efectos en 3D estereoscópico. Se completa así una estupenda película casi familiar, en la línea diferente de La invención de Hugo, de Martin Scorsese, quizás un poco acumulativa y excéntrica, pero a la que realmente sólo falta una cierta apertura a la trascendencia, que sí está presente en la novela original. Es una pena, pues esa trascendencia habría fortalecido todavía más su capacidad emotiva y poética, y habría enriquecido su elogio de la familia, la ciencia y la educación, y sus críticas a la cultura de las apariencias y al economicismo sin alma.
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