[Daniel Arasa – Director de CinemaNet]
Acaba de fallecer a los 106 años el gran cineasta Manoel de Oliveira. Era uno de los grandes directores del cine mundial y, además, el decano de todos ellos.
En el año 2005, CinemaNet le concedió la “Ola de Oro”, del premio “Familia” por su trayectoria, y en el año 2006 le hizo un homenaje con motivo de cumplir los 100 años.
Se desplazó a Barcelona y mantuvo una muy cordial relación con los directivos de CinemaNet. Tenemos de él un gran recuerdo.

A continuación publicamos un artículo de Josep Maria Caparrós, vicepresidente de CinemaNet.
[J. M. Caparrós Lera . Vicepresidente 1º de CinemaNet]
A los 106 años, ha fallecido el cineasta más viejo del mundo: el portugués Manoel de Oliveira. Fue un maestro del Séptimo Arte, que se ganó el respeto y la admiración de cinéfilos y profesionales. Como católico que era, reflexionada sobre los grandes temas de la Humanidad. En España, recibió el premio cinematográfico “Familia” por sus valores artísticos y humanos.
Nacido en Oporto (11 de diciembre de 1908), trabajó a finales de época muda y triunfó en la sonora y moderna. Su debut fue con el documental Douro, faina fluvial (1929-31), de 17 minutos de duración, cuya belleza plástica y voluntad testimonial ya evidenciaban la categoría creadora de un autor que ha pasado a la historia del cine con letras de oro. Tras esta obra magistral, Manoel de Oliveira siguió como actor (A canção de Lisboa, 1933) y director de largometrajes -su Aniki-Bóbó (1942) está considerado como precursor del Neorrealismo-, para volver a la realización en los años sesenta (Acto de primavera y A caçá, ambos de 1963) hasta transformarse en uno de los cineastas más importantes de la última década del siglo XX y principios del tercer milenio. Y ahí están estos títulos para demostrarlo: A Divina Comédia (1991), El valle Abraham (1993), A caixa (1994), El convento (1995), Viaje al principio del mundo (1997), La carta (1999), Vuelvo a casa (2000), El principio de la incertidumbre (2002), Una película hablada (2003), Espejo mágico (2005) o El extraño caso de Angélica (2009), por no citar más.
Estudioso de la unidad entre el lenguaje escénico y fílmico – hablaba del “cine como preservación audiovisual del teatro”, y su cinta Los caníbales (1988) dio lugar a una ópera -, sería valorado como vanguardista y clásico a la vez. Con una planificación muy estática, cabe considerarle también un heredero de los maestros Flaherty, Dreyer, Bergman y Buñuel. Su obra fue más prolífica en los últimos años: casi un film anual, pese a la edad, hasta 62 como director. Oliveira está reconocido como un maestro del cine europeo, desde su “tetralogía de los amores frustrados” (O pasado e o presente, Benilde ou a Virgem-Mae y Amor de perdição) a sus premiadas películas en los festivales internacionales (Le soulier de satin recibió el “León de Oro” de la Mostra de Venecia). Seriamente preocupado por la condición humana, había manifestado: “Lo que mejor podría venir es lo que más falta hace ahora: respeto y amor al prójimo y a la humanidad. Y respeto y amor por la naturaleza. La técnica ha sustituido a la realidad”.
Elegante y no exento de un agudo sentido del humor, Manoel de Oliveira ha cultivado la comedia negra, ofrecido parábolas sobre el cielo y el infierno, y su cine – discursivo y de hondo cariz intelectual – posee dos temas recurrentes: el desengaño y la tentación. Hollywood se olvidó de él en los Oscars, pero habrá recibido el más preciado galardón en el Más allá por un trabajo bien hecho.