Personal shopper

Guillermo Altarriba

Director de contenidos de CinemaNet. Periodista y politólogo por formación, dibujante y cinéfilo por vocación. Creo que pensar el cine para cambiar el mundo es una meta difícil y loca: por eso vale la pena dedicarle tiempo y esfuerzo. VTR.

¿Cómo se cuenta una historia de fantasmas para la generación millennial? Descartada la opción del revival gótico que ofreció Guillermo del Toro en La cumbre escarlata, la manera de hacerlo es entregarse al retrato generacional y utilizar los fantasmas como metáfora. O como excusa, que es otro modo de decirlo.

Olivier Assayas actualiza los viejos tropos de casas encantadas y sesiones de espiritismo dándoles un baño de posmodernidad –la médium se documenta a través de videos de Youtube, por ejemplo- y supeditándolos a su núcleo de interés: explorar el duelo, el sentimiento de pérdida.

Cuando la protagonista asegura que su interés por los fantasmas “no es nada religioso” parece que nos da la clave de lectura del film: en su reformulación de los códigos del subgénero, Personal shopper parece concluir que en el mundo desencantado de hoy los fantasmas que nos acechan son la culpa o la tristeza más que individuos envueltos en sábanas blancas.

El problema es que la cinta de Assayas no termina de encontrar su tono. Como la generación de la dispersión a la que retrata la película, Personal shopper intenta ser demasiadas cosas a la vez: va del thriller psicológico sobre acoso a la mirada cínica y desencantada del mundo vanidoso de la alta costura y la fama mundana. Del costumbrismo a la introspección psicológica. Se pierde en los sucesivos meandros y no llega a tocar hueso.

Aun así, si por algo la cinta logra trascender su guion –excesivamente explicativo, con demasiados momentos de los personajes poniendo en palabras lo que podrían simplemente mostrar- es por la actuación de Kristen Stewart. La actriz protagonista, que ya trabajó a las órdenes del director en Viaje a Sils Maria, está estupenda en su retrato alienado de una joven perdida y sin rumbo, sumida en un trabajo que detesta y que resulta más fantasmal que los ectoplasmas a los que busca.

Un último apunte, de cara al lector de CinemaNet: la película no se corta a la hora de mostrar desnudos o escenas algo subidas de tono. Cierto que son herramientas para construir al personaje y con sentido narrativo –Maureen se masturba en la cama de su jefa porque se busca en una vida ajena, y se desnuda porque el cuerpo no es más que un cascarón, un vehículo del espíritu-, pero siguen estando ahí.

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