The wizard of lies

Guillermo Altarriba

Director de contenidos de CinemaNet. Periodista y politólogo por formación, dibujante y cinéfilo por vocación. Creo que pensar el cine para cambiar el mundo es una meta difícil y loca: por eso vale la pena dedicarle tiempo y esfuerzo. VTR.

Quien formuló por primera vez aquello tan manido de que la avaricia rompe el saco, tenía más razón que un santo. Al menos, esto es lo que se desprende de The wizard of lies, la última película estrenada online por HBO dirigida por Barry Levinson y protagonizada por un Robert De Niro de nuevo en plenitud de facultades.

El “brujo de las mentiras” del título no es otro que Bernard Madoff, artífice de un monumental esquema Ponzi –una estafa que implica pagar intereses a los inversores con su propio dinero invertido o con el dinero de nuevos inversores- que colapsó el 11 de diciembre de 2008. Alejada de relatos económicos hard como la reciente La gran apuesta, la propuesta de Levinson está más en la línea de un estudio de relaciones entre personajes, de un retablo sobre las consecuencias de la mentira y la avaricia.

En este sentido, resulta especialmente reveladora una secuencia en la que la familia de Bernard –o Bernie- baila abrazada al ritmo de Sweet Caroline:  su mujer Ruth, sus hijos y las mujeres de estos… todos ellos danzan despreocupados, sin saber que en unas semanas sus vidas se hundirán y dando la apariencia de una familia feliz. Y aquí está la clave: es apenas una apariencia, porque previamente Levinson ya nos ha mostrado los endebles cimientos con los que Madoff ha comprado esta felicidad artificial.

The wizard of lies, así, nos permite reflexionar sobre el coste de la mentira y sobre cómo la sinceridad es el camino para una paz auténtica. ¿Qué valor tiene una alegría de plástico construida sobre mentiras si más tarde, en el momento de la verdad, los hijos son incapaces de perdonar a su padre? Son cuestiones tal vez demasiado íntimas dada la sinopsis de la película, pero la fuerza del film reside precisamente en su mirada al plano más humano de lo que desde fuera se vivió como la caída de un gran villano. La cámara de Levinson –director de, entre otras, la sórdida Hijos de la calle, la optimista Good morning, Vietnam y la tierna Rain man– no juzga: expone y nos permite a nosotros sacar las conclusiones.

Desde luego, la cinta no es perfecta: a una primera hora realmente cautivante le sigue una segunda mitad demasiado repetitiva, que insiste de nuevo en todo aquello que ya había quedado claro en los sesenta minutos anteriores, y a ratos la película echa mano de efectismos exagerados que no terminan de funcionar –esa cara formada por las víctimas de Madoff, esa voz que le llama “Abuelito, abuelito”…-, pero en general el de Levinson es un buen trabajo.

Una película que en sus momentos más inspirados sabe tocar las fibras necesarias para mover a la vez cabeza y corazón y que esquiva los maniqueísmos para lanzar las preguntas adecuadas: ¿es Madoff un sociópata? ¿Tienen parte de responsabilidad el gobierno o las víctimas, por no haberse responsabilizado del todo de su dinero invertido? ¿Nos lanzamos demasiado pronto como sociedad a declarar culpables a personas sin juicio previo? The wizard of lies lo plantea, pero el trabajo, al final, nos toca hacerlo a los espectadores.

---