Sinopsis
La pequeña Mary ha crecido al cuidado de su tío Frank, soltero empedernido y de vida un tanto taciturna. Ambos llevan una vida apacible, salvo por un detalle poco común: Mary es un auténtico prodigio de las matemáticas, como lo fue su madre. En el colegio en el que se acaba de matricular no tardan en percibirlo y le recomiendan acudir a un centro para niños con altas capacidades. Pero Frank se niega, lo que desemboca en una batalla legal por la custodia de la niña cuando entra en escena la abuela materna.
Crítica
Inteligencia emocional
El norteamericano Marc Webb dirige su cuarto largometraje, tras su prometedor debut con la dramedia romántica (500) días juntos y las dos películas del reboot de Spider-Man en las que estuvo al frente, protagonizadas por Andrew Garfield y Emma Stone. Además de alguna incursión en televisión, anteriormente había trabajado sobre todo en la dirección de vídeos musicales para artistas como Avril Lavigne o Hilary Duff y grupos como Green Day o Evanescence.
Un don excepcional supone un cambio de tercio en su filmografía, al adentrarse en el drama familiar. Chris Evans -el Capitán América, en solitario o con los Vengadores– interpreta de manera solvente a Frank Adler, tío de la pequeña Mary Adler (McKenna Grace). Resulta conmovedor ver su relación en pantalla, natural, creíble, la cual supone el epicentro argumental, un dúo con una vinculación paterno-filial, aunque en realidad sean en la ficción tío y sobrina. El círculo familiar lo cierra Lindsay Duncan (Evelyn), la estricta abuela materna que introduce el giro judicial en el argumento.
Las películas con niños prodigio corren el riesgo de encallar nada más zarpar si no se hace una buena elección de actores. No debe resultar sencillo aparentar ser un genio y, al mismo tiempo, no resultar repelente cuando das muestras de ello. Pero lo cierto es que la pequeña McKenna Grace saca sobresaliente y consigue resultar agradable incluso cuando deja en ridículo a los simples mortales en lo que a cálculo mental se refiere.
Llama la atención su naturalidad ante la cámara y la facilidad con la que se desenvuelve tanto en los momentos cómicos como en los de mayor tensión dramática. El resto de interpretaciones no aportan demasiado y solo sirven para introducir pequeñas subtramas que no van muy lejos, aunque son igualmente solventes: la nunca intrascendente Octavia Spencer (Roberta Taylor) interpreta a la amable vecina preocupada por el futuro de la niña y Jenny Slate (Bonnie) a la maestra cazatalentos.
Hay quien ha acusado a esta película de manipuladora con las emociones del espectador y de previsible en sus giros argumentales. Lo cierto es que la fórmula no es muy complicada: problemáticas escolares de niña una prodigio aderezadas con conflictos familiares. Previsible, sí. Que busca tocar la fibra, también. Pero no existe trampa alguna cuando se ponen todas las cartas sobre la mesa, aunque sean pocas, y no se intenta de suplantar la libertad del espectador. Se trata de una cinta sin grandes pretensiones, pero sincera y directa en lo que de verdad nos quiere contar. Tan acostumbrados como estamos al «más difícil todavía» argumental, se corre el riesgo de pasar por alto las virtudes de películas como esta que demuestran que, casi siempre, menos es más.
La película tiene ritmo y dosifica bien los momentos emotivos. El guion es inteligente y plantea cuestiones de interés en la actualidad. Por ejemplo, desde el ámbito de la pedagogía muestra el choque de estilos educativos que representan Frank y Evelyn, el primero centrado en el desarrollo de las habilidades sociales y la educación afectiva, y el otro en el despliegue del máximo potencial intelectual con el apoyo de la tecnología. La diferencia de enfoques parece insalvable y no se impone una solución definitiva.
Más que eso, lo que hace la cinta es sugerir los principios que no deben faltar. Cada parte tiene su momento para mostrar sus argumentos para que podamos ver los pros y contras de cada uno. También encontramos interesantes reflexiones sobre el papel de las Humanidades -en retirada en los planes de estudios modernos– y de la fe como complementaria de la razón.
Con todo, el núcleo temático lo componen la paternidad y el aprovechamiento de los dones recibidos. Vivimos tiempos de crisis de paternidad donde abundan historias de padres ausentes e hijos que sufren las consecuencias. Aquí radica el principal interés de la historia, ya que la relación entre Frank y Mary es una bomba de relojería destinada a estallar, y cuando lo hace asistimos a los momentos de mayor interés dramático.
Frank vive su paternidad como una imposición y como una actividad, por eso se tambalea. Pese a sus debilidades, su mayor deseo es buscar lo mejor para Mary y que pueda crecer como persona. Y en esto nadie le podrá negar que tiene bien clara la estrategia. Sabe, como Aristóteles, que educar la cabeza sin educar el corazón no es educar en absoluto -de hecho, descubrimos que ha sido profesor de Filosofía- y que los líderes del mañana necesitan convivir con la gente sencilla. Esta paternidad como actividad logra abrirse a una paternidad vivida como identidad que hace honor a lo que etimológicamente significan la palabra autoridad -del griego augere, “hacer crecer”- y pedagogía -“acompañar al niño”-.
En cuanto a los talentos que cada uno ha recibido, se hace una llamada a la responsabilidad. El título original de la película sugiere que Mary es una superdotada, pero también que ha sido agraciada con un don y, por eso mismo, ha recibido una tarea: hacerlo crecer. Al igual que sucede con las películas de superhéroes, el don que se ha recibido cobra pleno sentido cuando se pone al servicio de los demás. Frank lo entiende a la perfección y sabe que el poder ha de ser entendido en clave de entrega a través de la libre disposición del don al bien común.
El don se entrega y se entrena, pero todo héroe necesita de un sabio anciano que le acompañe e instruya en sus primeros pasos. Esa figura para Mary es sobre todo su tío Frank, que aun en medio de sus limitaciones es consciente de que educar al niño es introducirlo en la realidad y acompañarlo a andar el camino de la vida.
Un don excepcional es una película con buenas intenciones y que funciona a nivel emocional. Logra sus objetivos sin asumir grandes riesgos y deja un buen sabor de boca tras el visionado. Seguramente será del agrado de quienes tengan responsabilidades educativas y ayude a volver la mirada hacia lo que de verdad importa en el ámbito educativo. Sobre todo, a descubrir que a lo humano siempre se le educa desde lo humano, a través de una relación que genere un vínculo de confianza.
Como dice Rita Pierson, una maestra con más de cuatro décadas de experiencia, “todo niño merece tener a un campeón, un adulto que nunca dejará de creer en ellos, que entienda el poder de la conexión, y les insista en que llegarán a ser lo mejor que pueden llegar a ser”.
Ficha técnica

- Título Original: Gifted
- Dirección: Marc Webb
- Guión: Tom Flynn
- País: EEUU
- Año: 2017
- Duración: 101 min. min.
- Género: Drama
- Interpretación: Chris Evans, Jenny Slate, Octavia Spencer, Lindsay Duncan, Mckenna Grace, Keir O'Donnell, John Finn, Kelly Collins Lintz, Joe Chrest, Scott Christopher Kelly, Cameron Mills, Jeremy Ambler, Candace B. Harris, Jona Xiao, Michael Kendall Kaplan
- Productora: FilmNation Entertainment/Fox Searchlight Pictures/Grade A Entertainment
- Música: Rob Simonsen
- Fotografía: Stuart Dryburgh
- Estreno en España: 30 de junio de 2017