De buenas a primeras, Las escalofriantes aventuras de Sabrina no parece la serie más indicada para dedicarle uno de estos Análisis desde la fe (católica, claro). Para empezar, porque esta versión contemporánea de la bruja adolescente que muchos conocieron por los dibujos animados de 1999 o la sit-com protagonizada por Melissa Joan Hart se apoya fuertemente en la imaginería demoníaca.
Disponible en Netflix y protagonizada por Kiernan Shipka, Las escalofriantes aventuras de Sabrina sigue a la protagonista -mitad humana, mitad bruja- en sus encuentros y desencuentros con la Iglesia de la Noche. Esta institución es la que agrupa a las brujas y brujos de la Tierra y se nos muestra como una parodia invertida de la Iglesia católica: tienen sus sacramentos, su Biblia y hasta su sumo pontífice… pero al servicio de Satanás.
Lo interesante es que -vista con cierta perspectiva- esta caricatura no solo no tiene mucha fuerza como supuesta denuncia, sino que deja muy claro un tema en concreto de la fe cristiana: el funcionamiento de la tentación. Vamos a meternos en ello a través de los dos primeros capítulos de la serie, titulados “October Country” y “The Dark Baptism”.
(Aviso – Este artículo contiene ‘spoilers’ de los dos primeros episodios de la serie “Las escalofriantes aventuras de Sabrina”)
Trampas, mentiras e ilusiones
“Te equivocas, Sabrina; nuestra religión no gira alrededor del mal, sino del libre albedrío”. Esta frase la pronuncia Faustus Blackwood, el sumo sacerdote de la Iglesia de la Noche, con el objetivo de convencerla para que se integre en la iglesia a través del rito del bautismo oscuro. Su promesa, claro, nos trae ecos de cierto reptil con gusto por las manzanas:
«Entonces la serpiente dijo a la mujer: «¡No, no moriréis! Antes bien, Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal»” (Génesis 3, 4-5)
Tanto en el pasaje bíblico como en Las escalofriantes aventuras de Sabrina, el demonio -astuto- se presenta bajo el disfraz de la libertad. “Evidentemente, el mal no actúa de frente, porque sería demasiado obvio; la tentación siempre es sutil y viene por rincones, por sombras desconocidas, por anhelos apagados o convicciones confusas”, escribe Santi Casanova en Aleteia.
Aquí, Blackwood quiere atraer a Sabrina prometiéndole la plena libertad. Según le cuenta, la Iglesia de la Noche no se centra en rechazar la moral y la ética, sino en que cada uno “haga lo que quiera”… con un gran pero: que es mentira.
Detrás de la máscara
Así de sencillo. La promesa de libertad del sumo sacerdote es mentira: pronto vemos que el “bautismo oscuro” que desea para Sabrina supone, en realidad, una sumisión absoluta a la voluntad del demonio y del aquelarre.
Sabrina lo descubre en el último momento, al presentarse en la ceremonia para firmar en el Libro de la Bestia. Allí ve más allá de la careta de Blackwood: si se deja tentar por la lengua venenosa del brujo, Sabrina deberá renunciar a su mitad humana y quedará, efectivamente, sin libertad, atada a los deseos de sus nuevos maestros.
Así funciona, efectivamente, el pecado: primero tienta con algo aparentemente bueno o deseable, y más tarde se revela como una cadena. Las escalofriantes aventuras de Sabrina no es -ni mucho menos- la única obra que deja ver las consecuencias funestas de un pacto con el diablo, pero sí es una serie en la que queda bien claro.
En esta misma lógica, vemos otros temas, como la vocación a la vida consagrada: en la Iglesia de la Noche, consagrarse es una obligación para los “elegidos”, sin tener en cuenta la voluntad de la persona… cosa que -de nuevo- es diametralmente opuesta a la realidad católica. Los cristianos vemos la vocación como una llamada libre, que no nace de un afán de dominar, sino del amor que tiene Dios por la felicidad individual de cada uno.
Con todo, cabe hacer una aclaración: no estamos hablando de una obra perfecta, ni carente de puntos de crítica. En este sentido, resulta muy interesante la reflexión de S. D. Kelly en el portal Christianity Today:
“Sabrina nunca se confronta realmente con el dilema -muy humano- de elegir entre Dios y uno mismo. En lugar de eso, el problema de Sabrina se enmarca como la elección entre diferentes tipos de auto-empoderamiento: vivir su vida de acuerdo a los dictados de su propio poder o someterse al poder de Satán. En este sentido, el dilema de Sabrina es, tal vez, falso, ya que está escogiéndose a sí misma en cualquiera de las opciones. El concepto de someterse a un Dios bueno nunca se menciona en la serie, y menos aún se considera una opción”
Terminamos este comentario quedándonos con lo positivo: aunque tal vez sea de forma colateral, Las escalofriantes aventuras de Sabrina nos deja clara la mecánica del mal y de la tentación. Bien, ¿qué hacer entonces? Como conclusión proponemos una idea de Casanova en el mismo artículo citado antes: “Contra el demonio, yo solo sé “jugar al ataque”. ¿Qué significa esto para mí? Dedicar más energías, físicas y espirituales, a buscar a Dios que a protegerme del mal; (…) dedicar menos tiempo a ver al demonio en todas partes y más a descubrir a Dios en las pequeñas cosas de cada día”.