El contador de cartas

Carlos de la Calle Aceituno

Administrativo de profesión, fotógrafo y cinéfilo de afición, padre de 5 hijos, apasionado por el cine, pienso que se puede aprender muchas cosas mientras se pasa un buen rato y a veces no tan bueno, viendo una película.

El director Paul Schrader, más conocido como el guionista de las soberbias Toro Salvaje y Taxi Driver, nos trae un thriller que se cocina a fuego lento y con el mundo de los casinos como hilo conductor.

Cuentan de Schrader que se crió en una familia profundamente calvinista, y que tenía prohibidos la música el cine y el alcohol. Precisamente por ello, dicen, acabó rendido a la música, al cine y al alcohol, y esos traumas de culpabilidad son una constante en sus películas.

El personaje inicial de El contador de cartas está interpretado por un brillante Oscar Isaac, soberbio. Sabe trasmitir en todo momento lo malo y lo bueno que el personaje tiene dentro. Sin embargo, aunque la película cuenta con valores como el orden, esfuerzo, el trabajo y la disciplina, no se muestran con la belleza que tienen los valores en sí, sino que parecen más como manías del protagonista, que intenta expiar sus pecados ayudando al joven Cirk (Tye Sheridan).

Este, a diferencia del protagonista, está lleno de defectos, donde el desorden, el rencor, las deudas y la venganza le tienen atrapado. El destino hace que se crucen, y hará que en el protagonista florezcan sentimientos nuevos, como el amor hacia La Linda (Tiffany Haddish) que le propone jugar profesionalmente al póker.

En El contador de cartas tenemos una tremenda historia muy bien contada, quizás lenta para algunos espectadores, ya que su ritmo es pausado, como en una partida de póker, en la que cada jugador se toma su tiempo. Sin embargo, Schrader sabe mantener la atención del espectador, aunque a veces lo hace recurriendo a imágenes  y música “estridente”.

Y, cuando creemos que estamos ante una película del mundo del juego, el director y guionista se saca de la manga una trama oscura y de denuncia hacia la milicia y sus malas prácticas en los interrogatorios a los presos relacionados con las guerras de Irak y Afganistán, que nada tiene que ver con el mundo del juego de naipes, que es lo que sugiere el título. Por esto creo que la película no es para el público en general.