Garra | No te rindas nunca

Guillermo Altarriba

Director de contenidos de CinemaNet. Periodista y politólogo por formación, dibujante y cinéfilo por vocación. Creo que pensar el cine para cambiar el mundo es una meta difícil y loca: por eso vale la pena dedicarle tiempo y esfuerzo. VTR.

Hay un momento en Garra en el que uno de los protagonistas -un ojeador de la NBA en horas bajas interpretado por Adam Sandler– bromea con su pupilo llamándole «Rocky». Es un chiste simpático; no solo porque, como el clásico de Stallone, esta película se ambiente en Filadelfia, sino porque supone el reconocimiento de que aquí no han venido a inventar nada. Y de que eso tampoco tiene nada de malo.

Concretemos. De nuevo, esta es la historia de una joven promesa del deporte que se enfrenta a un desafío ciclópeo buscando arañar la gloria. Aquí no seguimos a un boxeador, sino a Bo Cruz (Juancho Hernangómez), un diamante en bruto del baloncesto que pasa sus días entre las canchas callejeras de Mallorca y su trabajo en la obra. Su rutina se rompe el día que conozca a un cazatalentos -Stanley, el personaje de Sandler- que ve su potencial y le propone viajar a Estados Unidos.

Los dos personajes arrastran demonios del pasado. Ambos tuvieron que dejar sus carreras como jugadores -Stanley por un accidente de tráfico; Cruz, por un embarazo inesperado-, y ambos ven en este punto una última oportunidad de volver al ruedo: el primero como entrenador, el segundo como estrella ascendente. Lo que sigue es un desfile de entrenamientos agotadores, partidos eléctricos y un compromiso mutuo creciente entre los dos protagonistas.

Los temas que explora Garra son los habituales en el género: deportividad, superación, perseverancia. Hernangómez -jugador de la Selección española y del Jazz de Utah en la vida real- se esfuerza metiéndose en la piel del joven deportista, tanto en la cancha como -y aquí está el auténtico corazón de la película- fuera de ella, en la relación paterno-filial que establece con Stanley.

En la película, juega un papel fundamental la familia de ambos protagonistas. Vemos cómo tanto la mujer como la hija de Stanley se comprometen con su sueño, sin anularse por el camino. Vemos también el amor absoluto de Cruz por su hija, una niña fruto de un embarazo adolescente que tanto el joven como su pareja de entonces decidieron tirar adelante, a pesar de las consecuencias.

El único borrón desde esta perspectiva es la forma en la que se banaliza la adicción a la pornografía de uno de los personajes, pero es apenas un detalle. Más allá de esto, Garra se nos revela como una película deportiva algo previsible, pero más que correcta -en la que, además, tiene un cameo media NBA-, y cuyo corazón está en la dimensión humana y afectiva de sus protagonistas. Sí, como Rocky.