Pequeñas cartas indiscretas | Las apariencias engañan

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

La historia, basada en hechos reales, transcurre en 1920, en la ciudad costera de Littlehampton, en Sussex. Cuando Edith Swan, una soltera algo madura, puritana y reprimida, que vive con unos padres estrictos, empieza a recibir cartas anónimas llenas de insultos groseros y obscenidades, todas las sospechas recaen sobre su hermosa vecina Rose Gooding, una joven viuda irlandesa que vive con su novio, desinhibida, ligera de costumbres y con un vocabulario de lo más zafio.

Aunque de todos es sabido que Rose es una mujer proclive a decir las cosas a la cara y no parece por tanto que se haya podido dedicar a escribir anónimos, es detenida y encerrada a la espera de un juicio. Sin embargo, Gladys Moss, la única mujer policía de la localidad, cree en la inocencia de Rose e inicia una investigación por su cuenta, apoyada por algunas mujeres. Las cosas se complican cuando la sospechosa sale de la cárcel con fianza y las cartas obscenas vuelven a circular, pero en esta ocasión dirigidas no solo a Edith, sino también a otras personas del barrio. Ahora la alteración en la pequeña población ya es total.

La británica Thea Sharrock (Antes de ti) dirige el primer guion del actor y escritor humorista Jonny Sweet, y nos ofrece una película de hechura abiertamente teatral. Los decorados se limitan a interiores de las casas (o de la sala donde tiene lugar el esperpéntico juicio) o un pequeño espacio en las calles cuando los personajes se enfrentan unos con otros.

El tema está escorado abiertamente hacia un feminismo recalcitrante pero visto con humor a través de los personajes de Edith y Rose, y, sobre todo, de la mujer policía, humillada por los dos agentes de la comisaría. Las tres convierten en coral ese thriller procaz, que viene a ser una comedia humana satírica en la que la justicia corre el riesgo de quedar engullida por la imposición masculina y el conformismo de las mujeres, si no fuera porque el combate por la emancipación femenina toma una forma tan mordaz y vulgar, que acaba por desconcertar a todo el mundo, incluidos los espectadores. Curiosas armas para vencer en el combate.

Los personajes son auténticos estereotipos y, paradójicamente, este rasgo los hace más cercanos y hasta entrañables. El ritmo no decae en ningún momento y los diálogos son tan ricos, imprevisibles y corrosivos que mantienen en tensión al espectador, clavado en su butaca sin apenas respirar. A esto hay que añadir un trabajo impecable por parte de los actores, con una Olivia Colman insuperable y un Timothy Spall que nunca defrauda, perfectamente secundados por Jessie Buckley dando vida a una Rose encantadora y Anjana Vassan como la reivindicativa agente de policía. Magnífico también el resto del elenco.

Pequeñas cartas intrascendentes está a medio camino entre un film policiaco y una comedia de humor intrascendente y grosero, con un vocabulario tan escandaloso que arranca las carcajadas de un público (casi) escandalizado. Pero faltan tantas risas en el cine actual que lo escandaloso sería privarnos de ellas, cuando no hay maldad en el fondo de la historia.