El gran clásico de Frank Darabont, Cadena perpetua (The Shawshank Redemption en inglés), basado en la novela de Stephen King, no pasa de moda. Cada poco tiempo se emite en televisión y a cada revisionado se puede disfrutar más. Damos las claves por las que una película con una trama tan dura engancha al público y le hace sentir mejor persona.
Desde luego la sinopsis no invita al optimismo: Andrew ‘Andy’ Dufresne (Tim Robbins) es un hombre inocente que es acusado del asesinato de su mujer. Tras ser condenado a dos cadenas perpetuas, es enviado a la cárcel de Shawshank, en Maine. Con el paso de los años, Andy conseguirá ganarse la confianza del director del centro y el respeto de los otros convictos, especialmente de Red (Morgan Freeman), el jefe de la mafia.
Si bien el mismo inicio del filme destroza el optimismo y las ganas de sonreír (al poco de empezar Andy es encarcelado de por vida), poco a poco iremos viendo que el protagonista permanece intacto en sus intenciones: no perder la esperanza. El principio es esencial para darse cuenta: Andy llega con más futuros reclusos, él es uno más. Al poco de entrar por el pasillo formado por los guardias para vigilar su entrada en la cárcel, los presos más veteranos apuestan quién será el primero en “romperse” durante la primera noche. Red apuesta por Andy. Llega el momento clave y el primero en hacerlo es otro preso que muere asesinado por el jefe de seguridad. Red dice con voz en off (en español la voz fue la del Maestro actor de doblaje Pepe Mediavilla, que en paz descanse): “La primera noche de Andy Dufresne en prisión me costó dos paquetes de tabaco, ni siquiera abrió la boca”.
El personaje de Tim Robbins es poco hablador, se dedica a leer la Biblia, dar paseos por el patio de la cárcel, hablar con Red y tallar figuritas de ajedrez en piedras. Poco a poco va entablando amistad con él y éste va descubriendo que el crimen por el que ha sido causado, seguramente, esté basado en una acusación falsa.
Una de las mejores muestras de que Andy es un hombre culto la tenemos cuando es enviado al “agujero”, llamado así el cuarto diminuto y sin luz natural o artificial al que son enviados los reclusos que son castigados, por supuesto sin compañía. Ocurre cuando empieza a lograr que el Senado mande libros y otros materiales para la biblioteca que él quiere montar en Shawshank. Ante la emoción de recibir un gran envío, Andy decide reproducir Le Nozze di Figaro (el dueto Sull’aria) de Edith Mathis, Gundula Janowitz y Karl Böhm, uno de los vinilos en un tocadiscos y amplificar la música a través del micrófono que, a su vez, está conectado a los altavoces que hay por todo el patio. El resultado es instantáneo: las preciosas voces de la ópera resuenan por la cárcel ante la sorpresa de todos, reclusos y guardias, embelesados por la belleza de la obra musical. Red lo describe perfectamente con su voz en off: “No tengo ni la más remota de qué cantaban aquellas dos italianas, y lo cierto es que no quiero saberlo, las cosas buenas no hace falta entenderlas… supongo que cantaban sobre algo tan hermoso que no podía expresarse con palabras, y que precisamente por eso, te hacía palpitar el corazón. Os aseguro que esas voces te elevaban más alto y más lejos de lo que nadie viviendo en un lugar tan gris pudiera soñar, fue como si un hermoso pájaro hubiese entrado en nuestra monótona jaula y hubiese disuelto aquellos muros, y por unos breves instantes hasta el último hombre de Shawshank se sintió libre”. El arte eleva al hombre, no hace falta decir mucho más.
El alcaide, ajeno a todo el arte, la belleza y la esperanza, castiga a Andy por haber puesto esa música y no desbloquear el cerrojo que daba acceso al despacho desde el que puso la música. Andy, como contamos, es castigado al agujero dos semanas y, al salir y reunirse con sus compañeros, tiene esta conversación:
- ¿Valió la pena dos semanas en el agujero?
- Han sido unas vacaciones.
- ¡Venga ya, en ese agujero no hay vacaciones! Una semana en ese agujero es como un año…
- El señor Mozart me hizo compañía.
- ¿Te dejaron llevarte el tocadiscos contigo al agujero?
- Estaba aquí (se señala la cabeza) y aquí (el pecho), esa es la belleza de la música, eso no te lo pueden quitar nunca. ¿No habéis sentido nunca la música así?
Entonces Red da pie a uno de los diálogos más importantes de la película hablando de la esperanza:
- Bueno, yo tocaba la armónica cuando era joven. Luego dejó de interesarme, dime qué sentido tendría aquí.
- Aquí es donde más sentido tiene, la necesitas para no olvidar.
- ¿Olvidar?
- Olvidar que hay cosas en el mundo que no están hechas de piedra, que tienes… que hay algo dentro… que no te pueden quitar, que es tuyo…
- ¿De qué estás hablando?
- De esperanza.
- Esperanza… amigo deja que te explique… la esperanza es muy peligrosa, puede volver a un hombre loco, aquí dentro es del todo inútil, más vale que te hagas a la idea.
Sin embargo Andy se niega a perderla y apuesta una y otra vez por el alma y alimentarla: tras recibir más y más paquetes logra dedicar mucho más espacio en la prisión para las ciencias y las artes como describe Red: “En 1959 el Senado se dio cuenta de que no le podían comprar con un cheque de 200 dólares. Finalmente le dieron una asignación anual y nos sorprendió el partido que le sacó: contactó con club de lectores, asociaciones benéficas, compraba libros de saldo al peso…; el año que asesinaron a Kennedy Andy había transformado una biblioteca que apestaba a excremento de rata y aguarrás en la mejor biblioteca carcelaria de Nueva Inglaterra, había incluso discos de Hank Williams”.
En su inagotable intento por llevar culturizar la cárcel y a los reclusos acepta tutorizar a Tommy, un joven recién llegado que desea estudiar:
- He estado pensando en sacarme el graduado escolar, he oído que has ayudado a otros a hacerlo.
- No me gusta perder el tiempo, Tommy.
- Conmigo no lo perderás.
- ¿Estás seguro?
- Sí.
- ¿De verdad?
- Sí señor, de verdad.
- Bien, porque si empezamos hay que llegar hasta el final, al 100 %, y no quedarte a medias.
- La cosa es que… no sé leer muy bien.
- Bien, no sabes leer “muy bien”… eso tiene solución.
Andy lo hace, le acoge y empieza a enseñarle, y Red lo describe así: “Tommy era bastante buen alumno, el chico tenía más cabeza de lo que parecía. Le caía muy bien, le emocionaba poder ayudarle a dar sus primeros pasos”. Tras conseguirlo, Andy, que está en el agujero por otros asuntos, sonríe.
Tras muchos reveses recibidos por Andy, decide finalmente que es el momento de abandonar Shawshank, no sin antes pedirle a Red que, cuando le liberen (el personaje de Morgan Freeman no está condenado a perpetua), vaya a cierto sitio y abra una caja que encontrará. Contiene, entre otras cosas, una carta redactada por Andy: “(…) necesito un buen hombre para poner en marcha mi proyecto (…) recuerda Red, que la esperanza es algo bueno, quizás lo mejor de todo, y las cosas buenas no mueren”.
Andy da una lección magistral en un sitio en el que se invita, de todas las formas posibles, a abandonar toda esperanza. Demuestra que cultivar la mente y el alma nunca está de más, y que esperar cosas buenas incluso cuando nada invita a ello ayuda a crecer y a seguir adelante. Tener esperanza y humanidad ante la injusticia nos hace mejores.