Viggo Mortensen en su nueva película Hasta el fin del mundo nos ha recordado un género que parece revivir una y otra vez en la pantalla grande. Este western relata la historia de una mujer que trata de abrirse camino en un ambiente hostil dominado por los hombres. Viggo, director, guionista y compositor se inspiró en el carácter de su madre, una mujer de su tiempo pero con una personalidad en la que dominaba la fortaleza, la imaginación y la libertad de acción en todo lo que emprendía. Plantea una historia intemporal utilizando los códigos del cine propios de este género. Profundiza en las relaciones humanas, en el perdón culmen del amor, en contextos que exigen lucha, esfuerzo y muchas agallas para derribar también las propias fronteras internas.
Mujeres así hemos podido observarlas en el western clásico de todos los tiempos. Hay suficientes ejemplos conocidos, obras de arte no siempre valoradas desde el prejuicio actual en torno a las relaciones hombre-mujer. Traigo a colación tres obras fílmicas poco conocidas que surgieron de breves relatos y llegaron a poner a la mujer como protagonista absoluta en contextos históricos complicados.
Relatos que, salvando lo pintoresco de las circunstancias y de la época en que fueron escritos, dejaron a salvo una idea clave: la mujer puede y debe ser educadora del hombre en la capacidad de darse, de cuidar toda vida humana, de establecer vínculos y relaciones de calidad que contribuyan a la armonía entre los seres humanos. En la mayoría de las veces se convierte en pionera por su capacidad de esperar y echar raíces mientras sus compañeros se lanzan hacia aventuras innecesarias en tantas ocasiones. Eso no implica menos heroísmo, tal vez incluso más.
Un ejemplo que resume este enfoque es El rifle y la Biblia, la penúltima película de John Wayne, protagonizada junto a Katherine Hepburn y dirigida en 1975 por Stuart Millar. Aventuras compartidas en igualdad de condiciones. Dos fuertes personalidades de edad avanzada que deberán ceder y compenetrarse para resolver los desafíos que se les presentan. También aquí será la mujer la que modelará el carácter del hombre y sacará lo mejor de él mismo en las aventuras que comparten.
Vamos a los tres films clásicos. Los tres de 1951 y los tres rodados en un extraordinario blanco y negro. Los tres surgieron de pequeños relatos pero los tres supieron presentar a las grandes mujeres del western.
La más emblemática es Caravana de mujeres (1951). Surge de un relato corto de Frank Capra sobre la colonización de los Estados Unidos y el importante papel jugado por las mujeres en la construcción del oeste americano. Las protagonistas son un símbolo de la mujer pionera de todos los tiempos. Capra no pudo dirigir esta historia como le hubiera gustado pero su espíritu se nota en la puesta en escena de su amigo Wellman que se la compró tras conocer la historia.
A mediados del siglo XIX, un guía de caravanas acompaña a un grupo de mujeres durante un largo camino de 5.000 kilómetros desde Chicago hasta California, para que puedan contraer matrimonio con los hombres de un pueblo del oeste que desean encontrar esposa. Hay un protagonismo absoluto de las féminas cuyo reconocimiento va creciendo en la mirada estupefacta del ranchero que las guía, Robert Taylor. Este hombre acabará transformando su desconfianza y desprecio en admiración. Denise Darcel, indomable, dará la réplica con brillantez. No todas las mujeres son iguales pero en este film todas son grandes luchadoras. Cada una, con su peculiaridad, aporta sus cualidades en beneficio de la sociedad que componen. Son mujeres llenas de coraje que en algunos momentos logran tomar el control de la caravana en un descuido del guía que se ha relajado con la bebida.
Los planos contrapicados son memorables y han quedado en la retina de tantos cinéfilos como una invitación a descubrir la grandeza de las pioneras de antaño y de tantos siglos posteriores. Su director, William A. Wellman, con una fotografía impecable, logra hacer muy visual un homenaje sin disimulo a tantas mujeres fuertes que han sabido sufrir, luchar y, a la vez, modelar al hombre en territorios y circunstancias casi insoportables; mujeres extraordinarias que han sabido perdonar a quien tantas veces la ha despreciado o minusvalorado; mujeres maestras que han logrado formar hombres que, al fin, han sabido valorar la grandeza de aquellas que se han medido con lo adverso y han salido vencedoras.
Las escenas presentan el crecimiento en valentía de unas mujeres adiestradas, como si de marines se tratara, para lograr cruzar el desierto con éxito. No se masculinizan pero adquieren las competencias necesarias para lograr una odisea en la que se jugaban la vida. Es una película muy moderna, al decir de José Luis Garci, teniendo en cuenta que refleja una sociedad de 1851 y está rodada en 1951. Miguel Marías comentaba que el trato que reciben es áspero y duro, pero en igualdad de condiciones con los hombres que las acompañan. No se trata de misoginia como se ha calificado en ocasiones, se trata de supervivencia.
Hay un capataz férreo que no pasa un descuido sin ser castigado con dureza y grosería. Tras el viaje iniciático ellas no son las mismas. Siendo muy mujeres han adquirido el coraje suficiente para sobrevivir y echar raíces. El guía tampoco es el mismo, tras descubrir el mundo interior rico en matices de cada una de las mujeres que le acompañan. Sus cantos, sus bailes y su sacrificio callado tantas veces van aclarando la mirada y suavizando el carácter del ranchero. Se descubre ante unas mujeres que han sacrificado todo a una carta, sin posible vuelta atrás.
Han sido capaces de tirar sus enseres personales, sin una lágrima, para aligerar las carretas y poder seguir adelante. Mujeres que han logrado un grupo solidario entre ellas a pesar de las diferencias y que han reservado su estilo propio, femenino y maternal a pesar de las condiciones durísimas a las que han estado sometidas.
En El correo del infierno (1951) encontramos otro estilo de pioneras, también en el salvaje oeste. Su título original, Dos contra el destino, refleja mucho mejor la historia que se presenta. Mujeres que se ganan la vida con dificultad pero no se amilanan por ello. Con un excelente guión del habitual colaborador de Ford, Dudley Nichols se consigue un film memorable donde la intriga, el suspense y ciertas dosis de humor logran redondear unas interpretaciones brillantes. Al decir de los críticos se trata de un excelente western rodado con precisión por el todoterreno Henry Hathaway. Ágil en la narración, pausado en la descripción de los personajes y salpicado de tensión e intriga en momentos inesperados y con giros sorprendentes.
Una joven, su sobrina pequeña y un encargado de la diligencia son retenidos por unos forajidos que esperan un cargamento de oro. Por error de los asaltantes Tod (Tyrone Power) y Vinnie (Susan Hayward), junto con la niña, pasan por ser una familia. Ambos se compondrán para ayudarse mutuamente a salir del embrollo. Tod es un hombre atípico en el oeste. Es inseguro, tiene miedo, es poco hábil con los caballos y nada ducho con el revolver pero será ayudado por Vinnie, valiente mujer que, codo con codo, lucha para hacer lo correcto para el bien de ambos y de la pequeña a la que protegen. La mujer, protagonista de nuevo, saca lo mejor del hombre que llega a disponerse al sacrificio de sí mismo en un giro inesperado de la historia.
Por último El secreto de Convict Lake (1951) reúne en un poblado perdido en la montaña a un grupo de mujeres que deberán enfrentarse a unos forajidos y tomar decisiones en ausencia de sus maridos. Su protagonismo es incuestionable incluso en la toma de decisión final que dirige la matriarca del poblado. Curiosa película del género western dirigida por Michael Gordon en 1951. Aunque fue un éxito comercial y de crítica en su tiempo, es bastante desconocida por el gran público en general.
Es una rareza en su estilo porque parece albergar en sí varios géneros diferentes. De hecho estuvo nominada al premio Edgar Allan Poe por la mejor película de misterio de 1951. A diferencia de otros westerns, solo en los letreros de crédito iniciales aparecen los grandes espacios, nevados y peligrosos, mientras que el resto se configura en interiores: las casas, el pequeño pueblo, la cabaña de los forajidos, la cueva de refugio de muchacha protagonista etc…
Logra crear una atmósfera de intimidad, suspense y misterio que se aleja de los cánones del género, pero refleja lo que es el ámbito de la mujer en estas circunstancias históricas tan concretas y la aportación de la misma desde su misma identidad, como creadora de hogar, de raíces, de pertenencia identitaria para una nación que se estaba formando.
Basada en las leyendas del Convict Lake, situado en Sierra Nevada al norte de California, fue recogida en un cuento breve de Anna Hunger y Jack Pollexfen.
En esta sociedad donde se empodera a las mujeres enfrentándolas a los hombres podemos encontrar aquí diversos modos de relación entre los sexos según los diferentes protagonistas: desde el chantajista que juega con los sentimientos de una mujer amargada y sola, al cínico que se burla de ellas con frivolidad, o el enfermo maltratador que las utiliza cruelmente para su satisfacción personal. Vemos también al hombre que intenta ser honesto, que se pone en igualdad de condiciones, que intenta colaborar del mejor modo posible y que acoge los consejos por el bien común renunciando a una venganza que, de entrada, parecería justa.
Tampoco todos los hombres son iguales y los matices quedan muy claramente descritos. En este género cinematográfico no vemos tan reflejado en las mujeres el maniqueísmo que vemos en los hombres, porque en ellas siempre suele prevalecer un buen corazón, sea como sea su vida y sus descarríos. No hay tanta oposición entre bondad y maldad, aunque haya víctimas o inocencias heridas. Al final, toda mujer es capaz de sacrificar su vida por el héroe al que admira o ama. No todos los westerns son iguales si se visionan con un poco de profundidad.
Magistrales Glen Ford y Gene Tierney en sus papeles encontrados. Ethel Barrymore interpreta el papel de mujer fuerte, llena de brío y seguridad en sus decisiones. Es la matriarca que decide en nombre de la comunidad, hombres y mujeres, cuando las decisiones son difíciles de tomar. Toma las riendas, observa, reflexiona y decide. No son las armas las que tienen la última palabra. Esa es la fuerza de la mujer, es la fuerza del amor y no la del odio lo que impulsó a la civilización en las grandes tierras del Far West. En este sentido fueron las grandes protagonistas, ocultas tal vez, pero impulsoras de coraje frente a los grandes desafíos.
Muchos relatos de la conquista del Oeste han sido metáforas de la vida. Los grandes directores supieron descubrirlo y lo llevaron a la pantalla con las posibilidades que les brindó su tiempo y la época que pretendían reflejar. Gracias a todos ellos.
El artículo sobre «Cine y literatura: grandes mujeres en el western» resalta la influencia y el papel crucial que han tenido las mujeres en este género, a menudo subestimado. Es fascinante ver cómo sus historias y personajes han enriquecido la narrativa del western, aportando nuevas perspectivas. Para aquellos interesados en la creatividad y el diseño, recomiendo visitar diferenciart.com, donde encontrarás recursos inspiradores para explorar más sobre la intersección entre arte y narrativa. ¡Es un tema apasionante!