“Cada época anhela un mundo más bello”, escribió el gran historiador del pasado siglo pasado Johan Huizinga. Afirmación que, ante situaciones complejas y de cambios acelerados, pueden dar paso a un pensamiento más acertado y que siempre puede cobrar validez: es la sentencia pronunciada por San Agustín de Hipona y que versa así: “Dicen que los tiempos son malos, difíciles. Vivamos bien y los tiempos serán buenos. ¡Nosotros somos los tiempos! ¡los tiempos son lo que somos nosotros!” (Serm. 8,8).
Una experiencia universal confirma que los relatos históricos, cuando aparecen en la pantalla, calan de una manera especial en el espectador. También en relatos como lo que se narra en One Life, se pueden dar cabida a comentarios poco acertados por el contenido frecuente de guiones que relatan las atrocidades de la segunda guerra mundial. El arsenal cinematográfico sobre este tema es ciertamente abundante, pero la realidad es que son únicos porque únicas son las personas que los vivieron.
Pero vayamos a nuestra historia. Parece que Sir Nicolas Winton se aplicó -probablemente sin conocer las palabras de Agustín- la sentencia de que “los tiempos somos nosotros” y se implicó en su tiempo, en la preciosa y humanitaria tarea de salvar del Holocausto Nazi a cientos de niños judíos y asegurarse que tuvieran una vida maravillosa después de experimentar un trauma devastador. La vida de Nicky -como se le conocía familiarmente- es fascinante. Su larga ancianidad descubre a un hombre profundamente reflexivo sobre su pasado, atormentado por los fantasmas de los niños que no pudo salvar.
Quisiera ir por partes para recorrer algunos pasos de la vida de un héroe -poco conocido-en este tiempo en el que, en Europa, suenan tambores de guerra ante la acción violenta de Rusia, dictadura imparable, violenta y tan cruel que sobrecoge, y en el Próximo Oriente la paz parece estar cada vez más lejos por el durísimo enfrentamiento entre árabes y judíos.
¿Quién era Nicolas Winton?
Fue el hombre que cambió la vida de 669 niños candidatos a morir en el horror del Holocausto nazi. Nace en 1909. Hijo de Rudolf Wertheim y de Bárbara Wertheimer, judíos alemanes que emigraron a Londres que, con interés de integrarse en la ciudad londinense, cambiaron su apellido por el de Winton. También se convirtieron al cristianismo y bautizaron a su hijo, aunque este se declaró en su juventud humanista, socialista y agnóstico. Vivió su infancia y juventud de forma tranquila y fácil como correspondía a un joven inglés de familia acomodada.
Finalizados sus estudios comienza a trabajar con éxito en la bolsa en la capital británica. En diciembre de 1938, fecha en que tenía previsto pasar una semana de vacaciones esquiando en Suiza, recibe la llamada de su amigo –Martin Blake– animándole a viajar a Praga, ciudad en la que él se encontraba: “Tengo una propuesta muy interesante para ti”. En Praga, le piden que trabaje esa semana de vacaciones -su amigo está ausente- en los campos de refugiados de la zona, donde miles de personas, la mayoría de origen judío, viven en condiciones infrahumanas.
Lo que verá allí cambiará su vida para siempre. El acoso racista al que son sometidos los judíos es solo el avance de lo que está por venir: la masacre genocida del Holocausto orquestado por Hitler. De todas las historias humanas en torno a la Segunda Guerra Mundial, quizás la de Nicky, es una de las más extraordinarias en cuanto que los protagonistas de la evacuación eran todos niños. La visión del drama le marcó profundamente.
Horrorizado por los acontecimientos que se desarrollan en su presencia se propone hacer algo, cualquier cosa, para ayudar a los aterrorizados refugiados que huyen de Hitler. Recién llegado y encontrándose perdido, decide actuar. Sabe que, si no lo hace pronto, muchos niños serán víctimas del crudo invierno que se avecina y de algo peor. Ayudado por su resolutiva e incansable madre -que como otras personas pensaba que su hijo estaba loco, pero al que siempre apoyó-, con solo 29 años y sin ninguna experiencia, ideó una complicada operación humanitaria para comenzar a sacar de Checoslovaquia a tantos niños como pudiera, plantando cara al Holocausto y a Hitler.
Buscó vías de escape, sorteó la burocracia, buscó solidaridad en embajadas europeas y en familias británicas, para llevar a los niños a un lugar seguro organizando de forma, increíblemente rápida, trenes para conseguirlo. Es lo que se conoce como el Kinthertransport. La respuesta de los londinenses fue pronta y entusiasta. Centenares de familias aceptaron acoger a los pequeños, aportando el dinero necesario para el viaje. Consciente de la magnitud de la empresa se lanzó a hacer frente a grandes problemas ante los que no sucumbió. Su lema era: si no hay algo imposible, hay que hacer lo posible para realizarlo.

Refugiado y colaborando con el Banco Internacional para la reconstrucción de París, conocerá a Greta Gjelstrup con la que contrajo matrimonio. Tuvieron tres hijos. Nunca renunció a su tarea humanitaria y siempre tuvo en secreto su impresionante historia. No hablará jamás de ello hasta cincuenta años después. Su actividad en 1939 es descubierta por su esposa, cuando ésta encuentra un viejo maletín de cuero escondido en el desván que contenía la lista con nombres, apellidos y fotografías de cada uno de los 669 niños salvados y algunas cartas de sus padres. Tuvo que contarle entonces a Greta lo que había vivido varias décadas antes para salvar de una muerte casi segura, a todos esos pequeños.
Sorprendida por lo que le había contado su marido, le animó a ordenar sus papeles, lo que impulsará a Nicky a dar a conocer su pasado. A su vez Greta contacta con Elisabeth Maxwell, historiadora especializada en el Holocausto, casada con el magnate de la comunicación Robert Maxwell -de origen checo- propietario de periódicos tan conocidos como en Daily Mirror y el Sunday Mirror que -impresionado con la historia que le era tan cercana-, decide publicar en sus diarios la gesta de Nicky. La cadena BBC pronto se hizo eco de los hechos ocurridos medio siglo antes. En pocas semanas Nicky pasa de ser una persona desconocida a deslumbrar como héroe. A Partir de entonces recibirá multitud de reconocimientos y condecoraciones. En sus apariciones públicas el verdadero Winton nunca insinuó un deseo de reconocimiento.
En 2015 fallece en su casa de Maidenhead. Muere un gran hombre lleno de humanidad, caritativo, generoso y profundamente humilde que dijo de sí mismo: no fui heroico, nunca estuve en peligro y hasta su fallecimiento defendió que él “jamás habría hecho nada solo”. El primer ministro checo Bohuslav Sabotka escribió ese día en un sencillo tweet: “Se ha marchado un hombre bueno, Sir Nicholas Winton. Será para siempre un símbolo de valentía, de profunda humanidad e increíble modestia”. De él dijo el embajador checo en Londres: “era una de los hombres más positivo, optimista y amable que he conocido”.
La película
Estamos ante una película sobria y emocionante, que conmueve. James Hawes -director de numerosos episodios de interesantes series televisivas-, cuenta los hechos reales de la vida de Winton. La base del guión es el libro If It’s Not Imposible. The Life of Sir Nicholas Winton, escrito por la hija de nuestro héroe. Es un relato sencillo y sereno del hombre que salvó de la muerte a cientos de niños checoslovacos -por lo que se le ha llamado el Schindler británico-, inmediatamente antes de que los nazis ocuparan la República checa. Es un acercamiento histórico a los acontecimientos previos a la Segunda Guerra Mundial, hechos que logran que el espectador siga creyendo que, en medio de tanta crueldad, siempre hay personas capaces de dirigir sus esfuerzos a hacer el bien a víctimas inocentes de la barbarie y la peor de las injusticias.
Estructurada en dos épocas históricas -1939 y 1987- los frecuentes flashback y los cortes en la línea del tiempo consiguen que los dos actores principales, Anthony Hopkins y Johnny Flynn, interpreten magistralmente las dos versiones de Winton, compartiendo el tiempo de ejecución de la película casi por igual. El pasado se caracteriza por una trepidante acción, contrastando con un sereno presente de pensamiento y contemplación.
Johnny Flynn es un genial joven Nicky, abriéndose camino a través de escenas frenéticas y aterradoras de evacuaciones reales; ese frenesí para organizar trenes de rescate y para conseguir familias adoptivas, constituyen buena parte de las escenas retrospectivas. Siempre contó con la ayuda de su intrépida madre, interpretada con dureza y acierto por Helena Bonham Carter, que obtendrá una de las mejores escenas cuando reprende a un empleado inglés y ensalza cuales son las virtudes propias de la educación británica.
Pero es la película de Anthony Hopkins, ganador de dos Oscar, actor que deslumbra habitualmente en la pantalla. Interpreta a un Nicholas anciano, reflexivo y abrumado con su pasado, atormentado a pesar de sus asombrosos logros, se siente culpable por no haber salvado a más niños. Son escenas preciosas -y el punto de partida de la cinta-, rodadas en tiempo primaveral inundadas de luz de color. A Winton y a Schindler -no puedo dejar de citar como mejor película sobre el tema del Holocausto a La Lista de Schindler– los paralelos que les unen van más allá de su extrema bondad: ambos estaban consumidos por la gesta que emprendieron, y nunca pudieron concentrarse en las personas que salvaron, solo en aquellas que hubieron podido salvar.
La actuación de Hopkins es sencillamente magistral y la línea del tiempo que interpreta es, sin duda, la más interesante. En ella descubrimos de nuevo a un actor realmente sobresaliente. Se sumerge de tal forma en su papel que consigue que su rostro tan reconocible -escenas muy bien captadas por primeros planos-, desaparezca detrás del personaje que interpreta.
Copio: “se trata de una actuación en la que Hopkins, como Nicholas Winton, se imbuye en cada cuadro en el que se encuentra con calidez e ingenio, tristeza y la encantadora excentricidad británica. Cambia sin esfuerzo entre momentos de genuina ligereza (incluido el uso de “tonto” al describir a un editor) que hacen reír a carcajadas y las que son, con diferencia, las escenas más conmovedoras de cualquier película”. La película culmina con el momento de la vida en el que Nicholas Winton aparece en el programa de la BBC That´s Life. No se lo pueden perder.
Al final impacta la leyenda que se lee en la pantalla: “Gracias a los niños que salvó hoy viven en el mundo 6000 personas más”. Muchas de ellas son conocidas por su aporte al cine, a la política, a las ciencias, a las artes.