Cuando uno habla de James Bond, 007, seguramente piense en Sean Connery, algo lógico ya que fue el primero y, sin duda, todo un símbolo de elegancia y clase. En aquellos años, muy distintos de los de ahora, el agente secreto cumplía sus misiones y seducía a las chicas más guapas, las cuales hacían poco más que servir de meras comparsas y acompañamiento para el actor. Pero los tiempos han cambiado y, por fortuna, ahora tanto el personaje como las chicas tienen una profundidad mayor.
Lo primero que haremos será irnos a 2006, donde encontramos el reinicio de 007 con Casino Royale, dirigida por Martin Campbell y protagonizada por el nuevo Bond: Daniel Craig, junto a Eva Green para encarnar a Vesper Lynd. Dejando de lado la polémica que generó escoger a Craig por su aspecto físico, este nuevo Bond trae consigo más novedades.
Tenemos dos mujeres de fuerte carácter en Casino Royale: el regreso de la fabulosa actriz Judi Dench para M y la aparición por primera vez de Vesper, quien realiza unas fantásticas respuestas a Bond por su tendencia al machismo y a tratar a las mujeres como meros objetos.
007 intenta no implicarse emocionalmente con nadie en ningún momento y se muestra como una máquina sin sentimientos, algo que le lleva a cometer un gran error: asaltar una embajada y dejarse ver. Por esto M le propina una fuerte regañina: “Bond, tal vez sea complicado para que una apisonadora como tú lo entienda, pero la arrogancia y la introspección suelen ser incompatibles. Cualquier matón puede asesinar, lo que quiero es que saques tu ego de la ecuación y que juzgues la situación fríamente. Debo saber que puedo confiar en ti y que tú sabes en quién confiar, y ya que aún no lo sé quiero que te apartes de mi vista, vete a ocultar tu cabeza y piensa sobre tu futuro, porque me la están reclamando y seriamente estoy considerando entregársela”. En otro momento, y tras el asesinato de una mujer por parte de los villanos por haberle hecho un soplo a Bond, M le encarga su nueva misión y le dice “te pediría que no te involucraras emocionalmente, pero no creo que ese sea tu problema, ¿verdad?”, “no”, le responde un 007 frío como el hielo, porque es verdad.
Pero todo empieza a cambiar cuando conoce a Vesper Lynd, contable que aporta el dinero para la famosa partida de póker que da título a la película. Vesper no está dispuesta a dejarse seducir por Bond:
Vesper: Ahora que apenas le conozco no me aventuraría a tildarle de sucio insensible.
Bond: No, claro que no.
V: Pero no sería aventurado imaginar que para usted las mujeres son de usar y tirar y no un valioso compromiso, así que por encantador que sea, señor Bond, no le quitaré ojo al dinero del Gobierno y sí a su escultural trasero.
Bond no puede responder a nada de ello ya que Vesper le ha dicho frases certeras a una gran velocidad y ha dejado claro que no está dispuesta a ser pisoteada ni usada. Es más, en un viaje en coche posterior, Bond le insinúa que tendrán que dormir juntos en el hotel al que van, algo que Vesper corta de raíz:
V: Mi familia es católica y apostólica. Para guardar las apariencias que sea una suite con dos dormitorios.
B: Detesto que la religión se interponga entre nosotros.
V: La religión y una puerta con cerrojo. ¿Va a darme problemas, señor Bond?
B: No, tranquila, no es mi tipo.
V: ¿Espabilada?
B: Soltera.
Tras varios tiras y aflojas durante el metraje llega un momento importante: la partida de póker, en la que Bond, por su ego, pierde, pensando que el villano, Le Chiffre (fabuloso Mads Mikkelson) se está “marcando un farol”. Vesper, consciente del error de Bond, le niega los fondos que necesita, lo que supone, una vez más, un muro contra él. El agente secreto los logra gracias a un compañero encubierto. Tras otra ronda muy intensa, Bond gana a Le Chiffre y le arruina. Vesper y él comparten una cena para celebrarlo y ahí ya se nota que la contable está más receptiva porque ha visto que Bond ha cambiado y dejado su ego de lado para cumplir la misión. El agente pone nombre a un cóctel que ha pedido al gusto y hablan amistosamente:
B: Le llamaré Vesper.
V: ¿Por el regusto amargo que deja?
B: No, porque una vez lo pruebas, no quieres nada más.
Ambos ríen.
B: Un piropo redondo.
V: Un piropo muy redondo.
Posteriormente Vesper es secuestrada por Le Chiffre y Bond, que acude en su búsqueda, cae en una trampa, acabando casi malherido e inconsciente. Los villanos le torturan y le dejan al borde de la muerte, pero es oportunamente salvado por un personaje al que hemos visto al principio de la película. Ya en recuperación, se produce la confesión más importante:
V: No vas a abrirte a mí, ¿verdad? Te has vuelto a puesto el escudo, ya está.
B: He tirado el escudo, me lo has arrancado. Lo que queda de mí… lo que soy… es tuyo.
Bond ha dado con la persona capaz de hacerle frente y desmontar sus defensas. El problema es que luego llega la traición, una que le hiere profundamente como se puede ver por su cara casi al final de la película, sus gestos y por la conversación final con M:
M: Tenía un novio francoargelino, estaban enamorados, a él le secuestró la organización que respaldaba a Le Chiffre y a ella la chantajearon, la amenazaron con matarle si no cooperaba. Deberíamos haberlo intuido pero a veces nos centramos tanto en los enemigos que no vigilamos a los amigos. (…) No confías en nadie, ¿verdad James?
B: No.
M: Has aprendido la lección. Vuelve cuando puedas, te necesitamos.
B: Lo haré.
M: Si… necesitas tiempo…
B: ¿Por qué iba a necesitarlo? El trabajo está hecho, y la villana muerta.
En realidad James está destrozado por la muerte de Vesper y confía en ella, como así revela que siga buscando entre sus cosas y, gracias a un sms, encuentre al responsable de la muerte. Un “gracias” deja claro que Bond no pierde su cariño hacia Vesper.
En las siguiente película, Quantum of Solace (Marc Forster, 2008), se le da una importancia muy tangencial a Vesper, pero sirve para mostrar que Bond realmente sintió amor hacia ella. En un viaje en avión observa la foto de la chica con su novio, la cual guarda para que nadie más la vea. Después, antes de morir un amigo suyo que también la conocía, escuchamos esto de él: “Vesper… lo dio todo por ti, perdónala, perdónate a ti mismo”.
En la parte final Bond le dice unas líneas a otro personaje: “Bonito collar, ¿te lo ha regalado él? Yo tengo uno igual, se lo regaló a una amiga mía… una amiga… íntima”. El diálogo final con M es esclarecedor:
B: La felicito, tenía razón.
M: ¿Sobre qué?
B: Sobre Vesper.
Efectivamente, Vesper era inocente y le amó.
Llegamos a Skyfall (Sam Mendes, 2012), gran éxito de crítica y público por profundizar en el lado más humano de Bond sin renunciar a maravillosas escenas de acción impecablemente rodadas y un uso de la fotografía sensacional.
Esta película omite toda la parte de Vesper para centrarse en 007. Aquí, tras ser dado por muerto por recibir un disparo accidental y caer a un río desde una altura considerable, Bond se reincorpora al servicio pero en un estado muy, muy precario. Unas de las pruebas a las que se somete para demostrar que es apto para el servicio incluye que un test psicológico: debe decir qué palabra le sugiere la palabra que le diga el especialista. Cuando le dicen “Skyfall”, la cara de Bond se pone muy seria, y cuando se la repiten, el agente dice “fin”, se levanta y se marcha. Un asunto no tratado que le hace daño.
En el tramo final, Bond y M acuden al rancho Skyfall (que da nombre a la película), pero justo antes de entrar mantienen esta conversación:
M: ¿Es aquí donde te criaste?
Bond asiente
M: ¿Qué años tenías cuando murieron?
B: Ya sabe la contestación, conoce toda la historia.
M: Los huérfanos son nuestra mejor simiente.
Posteriormente, M habla con el amo de llaves, Kincade (Albert Finney):
Kincade: Esta casa es toda una gran señora, y esconde algunos secretos, le enseñaré algo…
M: Un pasadizo…
Kincade: Sí, data de la época de la reforma, el túnel atraviesa el páramo, si se está en peligro esta es la salida. La noche en que le dije que sus padres habían muerto se escondió aquí durante dos días. Cuando por fin salió había dejado de ser un niño.
Ahora ya sabemos la realidad de la dura infancia de Bond y ese resquemor hacia Skyfall expresado antes, el cual se cura cuando la casa es destruida por una gigantesca explosión: “Siempre he odiado esta casa”, dice con sorna. Por tanto el pasado ha quedado superado. Por cierto que en esta película conocemos a la nueva Moneypenny, la clásica secretaria del MI6, que hasta ahora siempre había sucumbido a los encantos de Bond, pero este es otro Bond y nuevos tiempos, por lo que no ocurre así.
Spectre (Sam Mendes, 2015) es la siguiente película y en ella volvemos a profundizar en el lado amoroso de Bond ya que conoceremos a Madeleine, una chica Bond muy especial por motivos que más adelante desvelaremos. Por lo pronto Spectre profundiza incluso más que Skyfall en la infancia de 007 ya que conoceremos a su hermanastro, Ernst Stavro Blofedl, quien mató a los padrastros de Bond al sentir celos de que Bond fuera el centro de su atención. Sin desvelar más, podemos decir que Spectre termina con una imagen inusual: Bond y Madeleine se van juntos en coche, entendiéndose que Bond se ha abierto a Madeleine y deja de ser un agente. La humanización de 007 sigue adelante y parece que ha llegado a su clímax, pero en realidad lo más importante está por llegar en la siguiente película.
Sin tiempo parar morir (Cary Fukunaga, 2021) es la película más distinta de 007 de todas las hechas hasta la fecha por tres motivos: repite chica Bond (jamás había pasado), se rodó parcialmente en IMAX analógico (siguiendo la estela que empezó Christopher Nolan y que explicamos en este artículo) y (no continuar leyendo si no se ha visto la película) el destino trágico del personaje de Daniel Craig.
En este filme Bond y Madeleine al principio están juntos y se plantean una vida entera juntos. Para poder hacerlo Bond va a la tumba de Vesper a hacer borrón y cuenta nueva, dispuesto a seguir adelante, pero entonces estalla una bomba puesta por Spectre, la organización que está detrás de todo el sufrimiento hacia él. Con el lógico enfado, Bond va a buscar a Madeleine quien le dice “hay algo que no te he contado”. Todo está dispuesto para que ella confiese que sigue siendo de Spectre, pero no se produce ya que no es así. El secreto se deja entrever cuando Bond deja a Madeleine en el tren y ella se lleva las manos al vientre.
Durante el metraje descubrimos que Madeleine no le traicionó y que Bond sigue sintiendo amor hacia ella a pesar de haberla dejado en el tren. El diálogo confirma que 007 ha cambiado radicalmente:
Bond: Me dijo que no me traicionaste.
Madeleine: Sé que estás hecho para no confiar en nadie.
B: Y tú también.
M: Qué estupidez intentarlo.
B: Yo quise hacerlo… no sé si querías que viniera (…) pero lo que sí sé es que durante lo que parecieron cinco minutos de mi vida quise dártelo todo y no fue por falta de confianza. Sentía todo lo… y sé que he venido a averiguar quién te dio el veneno, pero no pienso irme de aquí sin que sepas… sin que sepas que te he querido y siempre te querré, y que no lamento ninguno de los momentos de mi vida que me llevaron hasta ti, salvo el que te subí a ese tren.
Segundos después descubrimos a Mathilde, la hija de Madeleine. Ella afirma que no es de Bond… por ahora.
Hay una pequeña parte en la que vemos un indudable apoyo a la causa provida, cuando el villano le dice “¿acaso tú estás menos perturbada? Amas a un asesino, tuviste a su hija a pesar de que te rechazó”. A pesar de estar sola, Madeleine siguió adelante con su embarazo, el mismo que se dejó entrever cuando al principio de la película se llevó las manos al vientre. No vio a su hija como un problema ni la culpó de nada, dio a luz y la cuidó a pesar de no contar con el padre.
En la parte final, Bond culmina su proceso de humanización reconociendo a Madeleine y Mathilde: “Ya conoces a Madeleine y Mati… son mi… ¿familia?” dice con sorpresa, reconociendo que no está solo y que tiene una hija. El diálogo final es el clímax de todo lo que hemos visto y vivido con el personaje de Daniel Craig hasta la fecha:
B: Madeleine. Has hecho lo más bonito que he visto nunca. Es… perfecta. Porque viene de ti.
(…)
M: Necesitamos más tiempo, si tuviéramos más tiempo…
B: Tienes todo el tiempo del mundo.
M: Te quiero.
B: Y yo a ti.
M: Tiene tus ojos.
B: Lo sé… lo sé.
Bond, que hasta la fecha no se había querido comprometer ni expresar sus sentimientos hacia ninguna mujer, y desde luego rechazaba tener familia y ataduras, finalmente cede y es distinto: quiere a Madeleine, reconoce a Mathilde como su hija y expresa su amor hacia ellas. Es el 007 más humano hasta la fecha, muy distinto de los vistos hasta ahora. Pero aun así sigue siendo Bond, James Bond.