Cary Grant es posiblemente el ángel más elegante del celuloide en este clásico navideño titulado en latinoamérica Un enviado del Cielo.
Una cinta familiar plagada de grandes estrellas cinematográficas que nos deleitan con su presencia fascinante y a la vez con su atrayente simpatía. “Está muy cerca de ser la película más encantadora del año” señaló Bosley Crowther en The New York Times. “La tercera mejor película navideña de la historia” afirmó Donalt Clarke del Irish Times.
Se trata de una comedia romántica de estilo fantástico ambientada en la época de Navidad. Obtuvo el Oscar al mejor sonido y otras cuatro nominaciones a la mejor película, al mejor director, a la mejor banda sonora y al montaje. Se estrenó un año después del gran éxito de Qué bello es vivir de Frank Capra. En esta cinta Dudley (Cary Grant), al igual que Clarence, el ángel de George Bailey, es un ángel de segunda clase. A diferencia de aquel, Dudley es un enviado con ciertas debilidades que le servirán para poner a prueba a la pareja en crisis, a los que trata de ayudar, y reforzar sus lazos.
La historia se centra en un obispo protestante episcopal (David Niven) que, preocupado por financiar una hermosa catedral está cediendo en sus principios frente a los más pobres de la ciudad y, en medio de los apuros financieros, está descuidando a su familia. En un momento de especial necesidad económica pide ayuda a Dios y es escuchado… Un ángel poco convencional, y más bien un tanto pícaro, acude para atender sus necesidades.
Estamos ante un film familiar, ingenuo, y sencillo en su trama y desenlace pero adorable en su conjunto. Se resalta el espíritu navideño a través de los genuinos actos de bondad que se nos muestran y de los simpáticos efectos especiales que nos llevan a realizar actos de fe en la humanidad y en la cercanía de lo divino. En efecto, la bondad de Dios, que vela por sus hijos necesitados, se muestra enviando a sus ángeles a recorrer las calles de las ciudades en busca de gente a quien socorrer, como le recuerda Dudley a Henry.
Loretta Young, fue galardonada con el Óscar de ese mismo año, pero con otra película titulada Un destino de mujer. La actriz, en su interpretación de Julia Brougham, destaca por su dulzura y su afabilidad. Transmite luz, calidez y mucha capacidad de amar. Protagonista de El extraño de Orson Welles el año anterior, demuestra en este film versatilidad en sus papeles y gran capacidad interpretativa iniciada prematuramente a los tres años de edad.
Cary Grant no deja de ser admirable en su actuación. Se dice de él que actuaba bien incluso de espaldas. Impecable y elegante como siempre. Gran cómico en Arsénico por compasión y en tantas otras obras, en esta cinta está contenido y responde a la comedia romántica sin estridencias. Magnífico actor, donde los haya, recibió su Óscar honorífico en 1970 por su trayectoria profesional y en 1981 le fue concedido el Kennedy Center Honors en reconocimiento a su talento y contribución a las artes escénicas.
En cuanto a David Niven, actor y escritor británico, ganador del premio Óscar en 1958, por Mesas separadas, era un estupendo actor conocido también como prototipo de elegancia en el estilo británico que aquí conjuga magistralmente con los toques cómicos de la cinta.
Un clásico que, si bien no superó a su modelo, ni pudo hacer olvidar sus precedentes católicas Siguiendo mi camino (1944) y Las campanas de santa María (1945) fue muy aclamada y se deja ver bien en fechas navideñas especialmente. Como dirá Henry en su sermón de Navidad “Llenamos los calcetines de regalos para los que amamos pero queda un calcetín vacío: el del Niño Jesús que todavía espera de nosotros los regalos de la paz, la solidaridad y la tolerancia entre todos los hombres”. Es, como sus predecesoras, una obra que derrocha benevolencia, y hace intuir lo sobrenatural en lo ordinario del tiempo navideño: desde el canto del coro de los niños a la felicidad de los patinadores al son de la música pasando por la bebida que saborea el profesor, una bebida que nunca se acaba y no emborracha. Un sabor a Cielo lleno de sencillez que nos devuelve a la infancia.
El director Henry Koster, alemán de origen, fue un excelente narrador de historias. Escritor de cuentos cortos desde los 17 años, consigue una historia de entrañables personajes y de atrayentes efectos visuales con tintes de comedia. Nos permite paladear un poco del paraíso en ese halo de bondad que envuelve todo lo que ocurre. Cary Grant, Loretta Young, Monty Wooley, James Gleason y Gladys Cooper, serán los maravillosos intérpretes que nos tendrán sumergidos en un tiempo y un espacio lleno de magia y de calor humano. Un cuento que, por repetido, no cansa. Porque el sentimiento de plenitud y satisfacción cuando se da, sin esperar nada a cambio, es también inexplicable y mágico. Por eso el taxista que les lleva a patinar no quiere que se le pague. Señala que tiene los bolsillos llenos de satisfacción al experimentar la bondad que le ha devuelto su fe en la humanidad. Y es que Dudley, que puede ser símbolo del ángel que podemos ser cada cual, hace lo imposible en beneficio de sus encomendados y disfruta con ello.
Koster, a pesar de haber dirigido numerosos filmes candidatos y ganadores del premio Óscar, solo fue elegido candidato al premio en 1947 por The Bishop’s Wife. Escribió los guiones de 47 películas europeas. Dirigió 40 filmes estadounidenses y 9 europeos.
La mujer del Obispo cuenta con tres guionistas de primer orden: Leonardo Bercovici, Robert E.Sherwood y Billy Wilder que trabajaron sobre la novela de Robert Nathan escrita en 1928. Fue rehecha en 1996 bajo el título La mujer del predicador. Los protagonistas fueron Denzel Washington y Whitney Houston.
Robert Gruntal Nathan (1894-1985) fue un novelista y poeta estadounidense. Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras pese a que nunca acabó sus estudios en Harvard. Autodidacta en gran parte, empezó a escribir muy joven para poder mantener a su familia. Entre sus obras más conocidas destaca El retrato de Jennie, interpretada en el cine por Jennifer Jones y Joseph Cotten. En cuanto a La mujer del obispo fue su primera novela de éxito por la cual despegó como novelista y autor reconocido.
Entretenida y simpática, la película rebosa encanto. Aunque puede parecerlo, no está exenta de ingenio, de fuerza y de espiritualidad; es un film que refleja los valores humanos vitales y ofrece lecciones de fidelidad y compromiso social, de reconquista del amor avivando la llama vacilante por la rutina. Temas que tocan algo de nuestra interioridad, porque en ellos hacemos agua día sí y día también por ser humanos y por tener heridas. Se nos invita a pedir más ayuda al Cielo y a nuestros semejantes. Como se dice al final de Qué bello es vivir, George Bailey es el hombre más rico de la ciudad, el más rico en amigos…
En este caso será Henry Brougham el más afortunado por el amor incondicional de su mujer. Un amor, casi envidiado por el mismo ángel si posible fuera a su naturaleza, y que será puesto a prueba. Resultará victorioso cuando sea Julia quien inste a Dudley a marcharse por fin de sus vidas, para proseguirla en la cotidianidad de su amor reestrenado.