El cine tiene la capacidad de mostrar, como en un espejo, dimensiones esenciales de la persona y de la vida misma, pero siempre desde un punto de vista específico, que decide el director con la ubicación de la cámara. Por tanto, aunque no siempre nos demos cuenta de ello, las películas conectan con la experiencia de vida del espectador y ejercen influencia sobre él. No solo tiene carácter formativo (o deformativo, según el caso), sino que incluso, resulta eficaz en el cuidado de la salud mental, como se demuestra en el programa «Grupo Comunitario de Salud Mental», en el Hospital universitario de la Facultade de Medicina de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo (Brasil).
Para no quedarnos en la mera superficie del argumento y disfrutar de toda la riqueza de una película, necesitamos unas nociones básicas de lenguaje cinematográfico.
Tomemos como ejemplo dos versiones de Macbeth de Shakespeare, una de Orson Welles (1948), dirigida y protagonizada por el mismo Welles, con Jeanette Nolan como Lady Macbeth; otra de Justin Kurzel (2015), con Michael Fassbender y Marion Cotillard en los principales papeles.
En la segunda escena del segundo acto de la tragedia, Macbeth acaba de asesinar al rey Duncan, que era el único obstáculo para que él pudiera acceder al trono. Ahora se siente envilecido, horrorizado de lo que ha hecho y asfixiado espiritualmente (versos 58-63).
Tanto en la película de Orson Welles (con guion del propio Welles), como en la de Justin Kurzel (con guion de Todd Louiso, Jacob Koskoff y Michael Lesslie), esos versos se han mantenido exactos, con las mismas palabras. Pero ahora, los sentimientos de Macbeth se expresan en lenguaje cinematográfico y, además de la palabra, se movilizan las posibilidades que brindan la imagen y el sonido. Cada cineasta ha recreado la escena de un modo particular, según su personal intuición poética.
Ambos, Welles y Kurzel, utilizan el primer plano, que constituye un recurso expresivo eminentemente cinematográfico. La cara de Macbeth en la pantalla se convierte en expresión de su mundo interior. Su rostro y su gesto, en cuestión de segundos, transmiten con inmediatez lo que sucede en su mente y en su corazón.
En el caso de Welles, todo el horror que estremece a Macbeth se impone al espectador y lo conmueve a él también. Solo vemos su rostro y sus manos ensangrentadas, y en ellos percibimos el pavor y la turbación de su conciencia.
La cámara se sitúa ligeramente más abajo del rostro de Macbeth, en un contrapicado muy suave, pero suficiente para expresar la intensidad y la fuerza destructiva de la perturbación que sacude al personaje. No es alguien débil y pusilánime, es un coloso al que vemos sacudido por el huracán destructivo de su pasión. Espanta ver a un hombre tan imponente como Macbeth gritando de desesperación. La escena es magnífica, tanto por la fuerza de las palabras como por el poder de la imagen y por la extraordinaria interpretación de Orson Welles. Es como una tragedia clásica, con un héroe grandioso como protagonista, que produce catarsis en el espectador.
En la película de Justin Kurzel, el director comienza con un plano cenital de Macbeth, con la cámara muy elevada y perpendicular al suelo. De este modo, antes de que el personaje empiece a hablar, el espectador lo ve ya empequeñecido, abatido, víctima de su propio vértigo de ambición. Después de unos segundos, la cámara recobra su angulación normal y el rostro y manos de Macbeth llenan la pantalla.
A partir de ese momento, los primeros planos de su cara alternan con imágenes de Lady Macbeth en el lugar del crimen y del cadáver de Duncan cubierto de sangre. Todo ello envuelto en una música estremecedora, capaz de erizar los cabellos del espectador. Fassbender es un ser humano aniquilado, en un contexto de crímenes y sangre; Welles era un titán zarandeado por una fuerza superior que se ha desencadenado por su crimen. La escena de Kurzel es menos grandiosa que la de Welles, pero resulta más aterradora.
Welles y Kurzel tienen dos formas distintas de utilizar los recursos del lenguaje cinematográfico que, además de la palabra, implica imagen, con variaciones de enfoques y planos, y sonido, que supone la voz, música, ruidos y silencios.
Conocer los recursos del lenguaje cinematográfico nos permite disfrutar más de cada película. Y con este objetivo se ha planteado el curso de cine dedicado a grandes directores. El curso consiste en una inmersión en diversas películas para descubrir el estilo propio de cada cineasta, su estética, su modo concreto de narrar historias, de mostrar la realidad de la vida, de profundizar en la condición humana y de sorprender al espectador.
A lo largo de sus sesiones, descubriremos que
- el lenguaje cinematográfico de Alfred Hitchcock, el mago del suspense, se apoya más en la imagen que en la palabra;
- para el perfeccionista Stanley Kubrick lo más importante de una película era la visión del mundo que quería expresar, y desde ahí va deduciendo los recursos del lenguaje cinematográfico que debía utilizar en su filmación;
- los dibujos y las historias de Hayao Miyazaki, maestro de la animación, aparecen envueltos en un halo de magia;
- en el cine de nuestro oscarizado José Luis Garci, la luz de distintas horas del día —calles de día y de noche, con lluvia y con sol—o las luces y las sombras de interiores y exteriores, significan algo, dicen algo en la narración;
- el nombre de Steven Spielberg va unido a la espectacularidad visual y a los efectos especiales integrados en el relato;
Jean-Pierre y Luc Dardenne optan por un lenguaje cinematográfico sencillo y austero, con frecuentes planos próximos, que encuadran los rostros para permitir al espectador penetrar en la vivencia psicológica de los personajes;
- las películas de Icíar Bollaín suponen una mirada comprometida, con ojos de mujer, sobre la sociedad de nuestro tiempo;
- Jaime Rosales suele dar un papel hegemónico al emplazamiento de cámara, que rara vez se identifica con el punto de vista de un personaje;
- Paula Ortiz dota a sus películas de una atmósfera estética de una belleza plástica deslumbrante, en la que se entremezclan la música, como expresión del sentimiento o de la emoción y de recursos visuales, como el uso del color o la presencia de espejos en los que se refleja la complejidad de los personajes; elementos simbólicos, como el cristal y la sangre; el uso de la luz jugando entre las sombras.
Para información y matrícula
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https://actividadesculturales.fgupm.es/Inscripcion.aspx?ide=203