Flow, un mundo que salvar / La unión hace la fuerza

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

De la mano del cineasta letón Gints Zilbalodis nos llega una sorprendente y hermosísima película que rompe todos los esquemas de cine de animación al que estamos acostumbrados.

Flow es un gato común que huye despavorido de unos perros que lo persiguen, hasta que una lengua de agua avanza sin freno y reduce la Tierra a un océano ruidoso. El pequeño héroe se refugia en un barco abandonado que poco a poco se irá llenando de otros animales como una nutria, un lémur, un perro y una especie de pelícano gigante.

El protagonista y sus compañeros no son personajes de fábula con la facultad del lenguaje y comportamientos humanos, aunque, sin abandonar sus identidades animales, a lo largo de la aventura, van adquiriendo un cierto antropomorfismo en la medida en que surge la colaboración entre ellos y la ayuda mutua.

Se diría una película distópica, en un mundo en destrucción, donde los árboles desaparecen bajo las aguas y solo los picos de las montañas pueden mantenerse. El barco del grupo de animales supervivientes, como un Arca de Noé sin presencia humana, avanza salvando mil peligros, por un mundo acuático y vegetal, plagado de monumentos incas o ciudades talladas a la manera de Venecia, absolutamente fascinantes. Zilbalodis nos ofrece una sinfonía de colores, sonidos, luces y movimientos.

Es una delicia de película, en la que no solo no se echa de menos la palabra, sino que se agradece que toda la expresividad esté en los ojos y los gestos de Flow y de sus compañeros de arca.