Como ocurriera con el artículo sobre la profundidad de la saga Fast & Furious, puede sorprender que se hable de una película del adrenalínico director Michael Bay asegurando que tiene, aparte de persecuciones y explosiones, mensajes humanistas, pero así es. Hablamos de La isla, el famoso filme sobre la clonación. Como dicen en Transformers (también largometraje suyo), “hay más de lo que los ojos ven”, y vamos a analizarlo con calma.
Recordemos la sinopsis de La isla: a mediados del siglo XXI, Lincoln y Jordan son dos de los supervivientes de una supuesta catástrofe ecológica que extinguió a casi toda la humanidad. Viven en un búnker bajo tierra junto al resto de los supervivientes y con la esperanza de ser seleccionados para ir a La isla, el único lugar que no fue contaminado. Pero la curiosidad de Lincoln lo llevará a descubrir un secreto que los pondrá en peligro, perseguidos por una extraña organización que quiere verlos muertos.
Han pasado 19 años (se estrenó en 2005), así que me permitirá el lector que desvele el secreto: Lincoln, Jordan y los habitantes del búnker (perteneciente a la empresa Merrick Biotech) son clones de personas reales. La clonación no es legal ya que viven en secreto, y ni ello saben que lo son (si no se perdería la gracia de la sinopsis), pero los superricos los han comprado para que, cuando les pase algo grave y necesiten un órgano esencial para la vida, puedan quitárselo a dichos clones y dárselo a ellos.
Evidentemente no hablaríamos bien de esta película si lo que viene a continuación no fuera un canto a la autenticidad del hombre y la crueldad indecente que supone crear personas con fines científicos que incluyen su asesinato. El fin no justifica los medios y la película denuncia precisamente eso, pero vayamos paso a paso.
Durante la primera parte del metraje vemos a Lincoln y Jordan llevando una vida supuestamente ejemplar: sin tabaco ni alcohol, solo consumen alimentos muy exclusivos y siempre están impolutos y desinfectados de cualquier germen o virus. Se quiere asegurar así que los clones están en perfecto estado para cuando se les necesite.
Uno de sus compañeros del búnker es seleccionado para el viaje a La isla y, tras un descuido de un trabajador, Lincoln logra colarse en la zona científica del complejo, hasta entonces desconocida para él. Ahí ve en primera persona la realidad: cómo una compañera embarazada da a luz, la arrebatan a su bebé, la matan y le dan el bebé a otra mujer idéntica a ella. Después observa cómo huye un compañero del búnker al que le habían prometido llevarle a la isla, tiene una gran incisión en su pecho por una operación a la que le van a someter para extraerle sus órganos. La seguridad le atrapa tras incapacitarle. Lincoln es testigo de su intento de huida y entonces, horrorizado, corre a contárselo a Jordan para escapar juntos del búnker. Tras una adrenalínica (cómo no en Bay) carrera, lo logran y ven que fuera del complejo no hay radiación, la vida es perfectamente normal y han sido engañados. Como asegura el crítico de decine21, “el film plantea un futuro, que por desgracia podría estar muy próximo, en que los seres humanos, despojados de su alta dignidad, podrían convertirse en ‘productos de laboratorio’ de usar y tirar”.
Posteriormente, el Dr. Bernard Merrick (estupendo Sean Bean), director de Merrick Biotech, llama a un grupo especial de acción para recuperar a los clones. Mientras Albert Laurent (Djimon Hounsou), jefe de Blackhawk Seguridad, espera a ser recibido, ve una presentación de Merrick a potenciales clientes de la empresa: “Bienvenidos a la nueva generación de la ciencia, el ‘agnate, un ser orgánico engendrado directamente en su edad adulta, conforme a la edad del cliente; están contemplando la primera etapa de su desarrollo: en doce meses está listo para ser recolectado proporcionando óvulos fértiles, un par de pulmones, piel nueva, todo ello genéticamente indistinguible del beneficiario. Y, en cumplimiento de las leyes eugenéticas del año 2015, todos nuestros agnates serán mantenidos y conservados en estado vegetativo, no adquirirán jamás conciencia, nunca pensarán ni sufrirán, ni sentirán dolor, alegría, amor, odio… es un producto, señoras y caballeros, que en todos los aspectos es no humano”.
Eso es sobre el papel y para engatusar a los potenciales clientes, la realidad es bien distinta y llega justo después cuando Merrick reconoce por qué llama a Blackhawk Seguridad:
Merrick: Dos productos han escapado.
Laurent: Sorprendente, dado su estado vegetativo.
M: Verá, tras varios años de intensas pruebas descubrimos que, sin conciencia, sin experiencia humana, sin emoción, sin vida… los órganos eran rechazados.
Merrick Biotech reconoce que no puede crear órganos sin más, necesita que tengan vivencias y experiencias para ser útiles. O lo que es lo mismo: la vida es algo más que un acto de voluntad, es un don y un regalo que no depende solo del ser humano. La empresa miente a sus clientes para ocultarles la verdad: no puede crear agnates, así que clona seres humanos para matarlos y extraer sus órganos con los que satisfacer a los clientes.
Una fuerte crítica a esto desde el lado de los clientes llega por parte de la explicación que da otro personaje, James McCord (Steve Buscemi), cuando les cuenta la verdad a los protagonistas:
McCord: La única razón de que existáis es que todos quieren vivir eternamente, es el nuevo sueño americano, y hay personas con tanto dinero que son capaces de pagar lo que sea por ello.
Jordan: ¿Y no les importa nada que nos maten, que nos extraigan los órganos?
McCord: Lo desconoce, creen que sois vegetales conservados en un tanque de gelatina. ¿Por qué creéis que Merrick os tiene en un viejo búnker militar subterráneo? Para evitar que sepan la verdad sobre todos los patrocinadores, las personas que os han encargado. Ellos son vuestros dueños.
Jordan: ¿Pero por qué el doctor Merrick no quiere que los dueños sepan que estamos vivos?
McCord: Que comas hamburguesas no implica que quieras conocer a la vaca.
No se puede ser más explícito: clientes dispuestos a pagar lo que sea por vivir más tiempo, sin ningún tipo de valor moral. La puntilla viene después: “¿Sabéis cuántas leyes ha quebrado Merrick para incubaros? Los patrocinadores no pueden saberlo, son de la alta sociedad, ricos y famosos. Si lo supiera Merrick estaría perdido”.
La demostración de la falta de valores totales llega cuando el Lincoln “original” descubre que su clon ha escapado y, en lugar de denunciar a Merrick y su empresa, llama a Merrick Biotech para traicionar a Lincoln clon: “Soy el cliente Tom Lincoln, ¿le importaría a usted o a quien fuera explicarme por qué motivo mi póliza de seguros está sentada aquí en mi maldito sofá?”.
La otra fortísima crítica llega a los científicos que se creen con el derecho y el deber de hacer todo tipo de experimentos sin límites. Intentar ser dioses en la tierra. El siguiente diálogo entre Laurent y Merrick es esclarecedor:
Laurent: ¿Qué pasará con el cliente de Jordan, Sarah Jordan?
Merrick: No está muy claro. Aunque el trasplante fuera un éxito su lesión cerebral es demasiado severa como para que se recupere. Tardó demasiado en traerla.
L: ¿Y la chica que he traído?, ¿le arrancará sus órganos y la matará a pesar de que eso ya no sirva para nada?
M: Es un privilegio por el que pagan nuestros clientes. Ahora, si me disculpa, tengo asuntos que atender.
L: ¿Sabe que mi padre participó en la rebelión Burkinabe? Mi padre fue asesinado, mis hermanos y yo, marcados. Así todos sabían que éramos humanos de segunda. He hecho cosas de las que no me siento orgulloso, al final ves que la guerra solo es un… negocio. ¿Cuándo matar se convirtió en su negocio?
M: Oh… es mucho más que eso. He descubierto el Santo Grial de la Ciencia, señor Laurent, yo doy vida. Los agnates solo son herramientas, instrumentos, no tienen alma. Las posibilidades son infinitas. Dentro de unos dos años estaré en disposición de curar la leucemia infantil, ¿cuántas personas pueden decir eso?
L: Usted y Dios, ¿no?… es lo que quería oír, ¿verdad?
M: El señor Whitman le entregará su cheque.
La isla, pese a su apariencia de película de acción y persecuciones esconde, en sus diálogos (y hay unos cuanto más) una reflexión sobre la vida, el alma y la condición única que tiene cada ser humano. No se puede clonar una persona y considerarla una herramienta, cada persona, independientemente de su origen, goza de toda dignidad y derecho a la vida, y nadie es quién para decidir cuándo se termina ni para usarlo a sus anchas.
Por otra parte, Michael Bay reconoció que estaba en contra de la clonación pero a favor de la investigación con células madre, lo que no concretó fue si éstas eran adultas o embrionarias, pero dada la temática de La isla no sería aventurado decir que él prefiere las adultas, con las que es perfectamente lícito trabajar si una persona las ha donado. Las otras, las embrionarias, proceden de embriones, por tanto de seres humanos sin la capacidad de decidir si las donan o no, y por ello su uso para investigación es absolutamente inmoral y rechazable. Decir “sí a la vida” también es decir sí a la dignidad de la persona y a proteger dicha vida desde su inicio, que es la concepción, hasta la muerte natural, al igual que luchar por un trato digno, también para los embriones, los seres más débiles e indefensos que hay porque no tienen voz ni capacidad de expresarla y nosotros, como personas que sí la tenemos, debemos usarla para protegerlos.
El lector que vea La isla verá una estupenda película de acción y, como hemos comentado, una genial defensa del hombre, su valor y su dignidad, lo que sin duda merece un aplauso y reconocimiento a su director Michael Bay y a los guionistas Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman, Roberto Orci.